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L a tormenta desatada por el caso Koldo está provocando borbotones de información. Informes de la UCO de la Guardia Civil y autos judiciales casi a diario. Ante esta situación toda prudencia es poca. No hay que adelantar acontecimientos ni culpabilidades. Esa tarea corresponde a los jueces que, en su momento, dictarán sentencia.

De momento hay dos cosas ciertas. Una, que efectivamente, hubo una trama bien organizada y, dos, que el PSOE, en una decisión inédita, lanzaba un ultimátum público a Jose Luis Ábalos, hacedor en primera línea de lo que se denomina sanchismo. En política y en la vida en general, los ultimátum están llenos de riesgos: o te salen bien o te adentras en un territorio muy procesolo.

El ultimátum no ha salido al PSOE, es decir a Pedro Sánchez, como esperaban y Ábalos ha dicho que no haciendo ver que el de resistencia también sabe algo. Buen maestro no le ha faltado.

Los socialistas sacan pecho de su rapidez en la decisión y en la contundencia de la misma, pero ni la rapidez ni la contundencia garantizan el acierto y, mucho menos, la justicia de la decisión. En el manual del PSOE se establece que mientras no haya juicio oral no hay lugar a la expulsión pero en este caso no ha sido así y se han encontrado con que en lugar de solventar un problema lo han agrandado.

Están los socialistas sacando pecho al recordar que lo que se exige son responsabilidades políticas, al mismo tiempo que se insiste en que el afectado no está ni siquiera investigado y que además es un socialista de pro, intachable. Si esto es así, era necesario un ultimátum de veinticuatro horas?. Dejando al margen el lado judicial del asunto que corresponde a los jueces, desde el punto de vista político, la gestión de la situación ha sido más que errónea y está generando en el seno del socialismo ruptura emocional y desasosiego. Aunque callen, como es habitual, no todos están de acuerdo, pero nada dirán de manera que todos los que pudieron hablar y no lo hicieron son tan responsables como el propio Sánchez que fue de quien partió él ultimátum, no de Santos Cerdan.

Después del error ha llegado el ridículo y el patetismo. Es ridículo y patético escuchar a la vicepresidenta Montero exigir con contundencia y apasionamiento explicaciones al portavoz del PP, Miguel Tellado, por una supuesta reunión con el tal Koldo y un tal Alberto, deslizando así la sospecha de que también el PP está en la trama. Un rato después, un auto judicial niega que tal reunión se celebrara, pero les da igual. Se les pregunta por Armengol y sale el PP. Es patética esta huída hacia adelante, este infantilismo que exhiben, esa doble cara al pedir prudencia a la hora de hablar de Ábalos y romper esa premisa cuando se trata del adversario. Patético y vergonzoso.

Se piden explicaciones a Tellado, pero a la hora de escribir estas líneas, el Presidente solo ha hablado que ellos no son como el PP, que son inmaculados y que el PSOE es un dechado de virtud como si Filesa, Malesa y los EREs no hubieran existido. Explicaciones ni una, ni de Sánchez, ni de Cerdan, ni de Armengol. Ó sea, transparencia..

Volvemos a la responsabilidad política que está muy bien exigirla, sin duda, pero no acaba de cuadrar que a Abalos se le dé un ultimátum por responsabilidad política y la próxima semana veremos como a Puigdemont se le libera de su enorme responsabilidad política en nada menos que en un desafío en toda regla a la Constitución. Deberían ser prudentes los socialistas a la hora de sacar pecho porque , aunque no lo sepan, están entrando en terreno pantanoso.

La suerte final de Ábalos está en los tribunales. No es ningún héroe, se trata de dilucidar si es un delincuente y eso solo es prerrogativa de los jueces.

En el manual del PSOE se establece que mientras no haya juicio oral no hay lugar a la expulsión pero en este caso no ha sido así y en lugar de solventar un problema lo han agrandado