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Cuerpo a tierra Antonio Manilla

Napoleón y Josefina

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S e acusa al gobierno regional de favoritismo hacia ciertas provincias. Y se hace desde hace tanto tiempo que parece desde siempre. Si es cierto, es grave. Si no lo es, que se demuestre es lo mínimo exigible ante una sospecha demasiado parecida a un tráfico de influencias global. Se ha contestado que no hay provincias preteridas en los presupuestos provincializados; se les ha replicado que esas cuentas cubren aproximadamente nada más la mitad de las partidas anuales que se gestionan. Y sanseacabó. Un ancho muro de silencio administrativo.

Si ese gobierno fuera una persona, a tenor de sus explicaciones diríamos que no parece inocente, pues viene a ser como si a un bodeguero le preguntásemos si su proceso de producción es natural y nos respondiera que su champán es químicamente puro. Por menos, suspendieron un examen a un hermano mío cuando era pequeño: le cayó Napoleón y se explayó sobre Josefina, de quien había leído una amena biografía en lugar de estudiar los logros del emperador sardo. Argüía en su defensa que una nueva forma de ver a los grandes hombres era hacerlo a través de sus esposas. Había escrito cuatro folios y convenció a nuestra madre para ir a reclamar la revisión de aquel suspenso. Estaba bien tirada la introducción del examen: «Napoleón fue el marido de la emperatriz Josefina». A partir de ahí todo fue Josefina.

Cuando la Junta de Castilla y León responde a su segunda parte que la primera parte va primero pero son iguales, ocurre algo semejante: mucha Josefina y poco Napoleón. Ese desviacionismo del foco no tiene un pase, pero lleva mareando al morlaco con la muleta desde hace tantos años que ya parecen siglos. Como poco es sospechoso esa disquisición entre presupuestos repartidos por provincias y la parte del león que no aparece en esas cuentas. ¿Es mucho pedir que se presente esa fiscalidad de una forma clara y en negro sobre blanco?

Bien que se llenan la boca de palabras como portal de transparencia y todos esos eufemismos para tapar bocas sin ser mascarillas. Seguro que resulta incómodo para ellos, sobre todo, contemplar cómo la reacción de los distintos alcaldes de Pucela siempre va en la misma línea: no en el de negar prejuicio a León y otras provincias, sino beneficio a Valladolid. Ya se sabe: la mujer del César no sólo debe ser honrada. Algo huele a podrido en Dinamarca.