Convivencia rabiosa
M e seduce mucho escuchar a Félix Bolaños, Ministro de Tantas Cosas, hablar sobre la maravillosa convivencia que traerá la Amnistía al Cobarde Prófugo y demás compañeros del intento de golpe de Estado. Parece que habrá un antes y un después, y que las nubes se levantarán, y los pajaritos cantarán, y será todo tan maravilloso que habrá que volver a pensar en la guerra civil, que tanto juego nos ha dado, no sea que con tanto dulce nos volvamos diabéticos. Más aún, comprendo que, ante la incomprensión y el eco que recibe en la calle la amnsitía, la frustración del ministro Bolaños sea tan profunda, que tenga que felicitarse a sí mismo para darse moral. Es humano. Y para entender lo bien que se hacen las cosas nada mejor que nosotros mismos, cuando las hacemos, y comprobamos lo pocholas que han quedado.
No obstante, el melifluo futuro, que nos anuncia el autofelicitador Bolaños, no parece corroborarse con las manifestaciones de los secesionistas, que hablan de «que se aguanten a los que no les guste», y a continuación anunciar, que esto es un punto y seguido, porque enseguida viene el referéndum, tan anticonstitucional como la amnistía.
Por ahora, estoy tranquilo, porque no me noto signos de rabia, ni me ha mordido ningún perro, ni gato, ni zorro, y parece que el sistema nervioso central (el que ataca el virus) está como siempre. Pero no puedo evitar el asombro entre dos socios, que dicen que se casan, pero uno de ellos proclama que esto no es el final, sino el principio, o sea, que amenaza con el divorcio, incluso antes de que se celebre la boda, porque esta ceremonia es más larga que las que celebran los de la etnia gitana, y nos puede llevar año y medio.
Luego está el agravio comparativo entre autonomías, al dividirse el Estado entre «autonosuyas» y «autonootras». En las familias numerosas, siempre había celos y recelos, en cuanto surgían signos de discriminación. Aquí, la discriminación va a venir por Ley, y eso nos puede llevar a una convivencia rabiosa.