Diario de León

León en Verso Luis Urdiales

Becarios del acoso y la extorsión

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O chenta denuncias de acoso escolar quedaron para vestir santos en León. No se pudo comprobar, dijo una nota oficial que vino a resolver la cuita con el talante con el que se limpiaron las evidencias que dejaron en el vagón de Atocha; cuando la realidad no cuadra con la versión oficial, no va a perder el poder. Ochenta vidas, al menos, están hoy en el vacío, o al borde de caer al abismo, o  agarradas con las manos descarnadas y la confianza degollada por los aullidos a los salientes que ofrecen las raíces de los abedules junto al río; ojalá que esos pobres ángeles hayan podido asirse a uno, a la brisa de esperanza, a esa inspiración de la vida cuando la das por perdida, ojalá que no se den por vencidos, ojalá que la compasión anide en el interior de su corazón para poder perdonar a todos por este patíbulo porque sí, porque les tocó en suerte un becario de Satanás en la confluencia de su pupitre con la merma mental que riega y hace florecer la cobardía y la vileza en esa condenada edad de las inseguridades en las que estás decidido ir a una guerra porque los pelillos del bigote te hacen un cantinflas sin cerebro, o arde Troya con el diferente aquel, amuleto para la juerga del patio. Ochenta chavales leoneses denunciaron en 2023 que alguien, otros ochenta como mínimo, le amarga la existencia, con lo que eso implica cuando no llega el aire al pulmón. Ochenta mediocres, ochenta escupitajos, ochenta empujones, ochenta zancadillas, ochenta asedios, ochenta acciones de bestias que van a quedar impunes mientras ceban el sistema viciado de la violencia, del abusón, del poder. Ojalá que se haga justicia, aunque éste, el poder, esté del lado del agresor, del delincuente. Nada que no ocurra en ese mundo calculado de equilibrios de los adultos, mejor, de los mayores, que sale en tromba a defender al que le señalan por ser una hiena cuando se esperaba un corzo lactante. Reconocen el ciberacoso, porque queda el rastro de sangre que hace de la red un timbal de ipés en el mar rojo de la huella digital. Proteger al acosador es parte del sistema que alienta leyes para proteger al que lo ataca. La primera enseñanza del patito feo es que desde pequeñines ya hay hijos de las mil putas dispuestos a joderte la vida.

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