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CORNADA DE LOBO GARCÍA TRAPIELLO

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Olvídate. Aquel aire puro de montaña que sanaba a tuberculosos, asmáticos o silicóticos y el agua cristalina de manantial o pozo artesiano que tonificaba la tripa son ya dos categorías difuntas bajo una realidad atufada y contaminada. Mal en expansión. La última: el Tribunal Superior de la Unión Europea condenó a España este jueves por no haber tomado medidas suficientes en ocho comunidades contra la contaminación de las aguas por nitratos procedentes de la agricultura y ganadería. ¿Tan descarada va por ahí nuestra vergüenza nacional?...

No hay mejor medio de transporte que el agua y el aire, ni más eficaz. Gratis lleva nuestra ponzoña. Y tan lejos, que puede dar vueltas al planeta sin cesar. Montura que fluye y fluye. La humareda envenenada de una térmica en As Pontes viaja alegre sin perder peste hasta las costas noruegas o pampas argentinas. Plásticos y mierda que se arrojan en el sur asiático aparecen meses después en la Antártida coloreando lo que un día fueron inmaculados acantilados de hielo. Por no librarse, hasta los pozos y arroyos que corren enclaustrados y blindados bajo nuestros pies a muchos metros de profundidad acaban propinados de los fertilizantes y pesticidas con que bautizan cada día las tierras para que exageren su producción agrícola; y otro tanto sucede con la química farmacéutica o vitamínica de engorde que le endilgan al ganado para que ensanche el lomo o se convierta en caño de leche.

Esto está ya tan dicho y asumido, que nos suena a matraca, impotencia y resignación. ¿Qué podemos hacer, pues, sino oscurecer la esperanza y clamar en el desierto?, ese desierto que ya repica en estas puertas ibéricas; y con más apremio desde que China prueba con éxito drones para robar la lluvia... ¡Pues metamos humos y monóxidos para que esa lluvia les llegue ácida!, dijo un tontilisto de simpleza redonda. Y un cínico le replicó: entérate, esa lluvia ya la fabrican también ellos con sus impunes industrias y carbón quemado para que les caiga en Japón... o te llegue aquí, así que ¡respira hondo!... y verás.