Akelarre
Esto a lo que más se parece ya es a un akelarre. Un pandemóniun de gritos, alaridos, saltos, cabriolas alrededor de los calderos donde se cuecen sapos y culebras, rebosando pestilencias y desbordando espumarajos y a punto de reventar. De hecho algunos han reventado ya.
La situación política se ha convertido en tan descomunal carajal que ya resulta imposible el poder racionalizar ni intentar siquiera hacerse una impresión general de lo que está sucediendo pues si por aquí explota una traca por el otro lo hace una mascletá. Y la impresión es que los estallidos no han hecho sino empezar.
El caso Koldo-Abalos-Armengol-Begoña y mañana a saber quienes más, no deja ni va a dejar de sonar y el hedor empieza ya a llegar a la puerta de la alcoba de Moncloa. El roto que fueron a hacerle a Ayuso con el novio, y algún descosido han logrado hacerle, ahora amenaza con hacer un costurón a quienes lo urdieron de tan zafia manera que quien puede acabar empitonada es «Chiqui» Montero, que casi se ha denunciado ha sí misma por ocasionada y lenguaraz, y el cabo furriel de Sánchez que hace de Fiscal General va de topetazo en topetazo contra los muros judiciales y ahora camino de partirse las cuernas contra los abogados.
Otra vicepresidenta, la delicuescente Yolanda Diaz, tras perder la escoba en Galicia ha perdido ahora la voz en Barcelona y se le están desplomando todos los palos del sombrajo. Del tinglado de aquí a nada no quedan ni las raspas y las que queden cada una por su lado.
El «tren de tormentas ciclogenésicas» que dicen los alarmadores climáticos de las teles se ha trasladados ahora al calendario electoral. Vamos a salir a Dana por mes, en abril, Pais Vasco, en mayo, Cataluña y en junio ya en todo el país.
Pero el huracán, que irá no disolviéndose sino, al contrario, cogiendo cada vez más fuerza y virulencia, es el que se aprobó el otro día. La amnistía tiene en sus tripas la mayor y mas tóxica capacidad destructiva. La mayor sandez, y mira que las ha escuchado uno gordas, es la de Patxi Lopez diciendo que con lo hecho se abría la puerta al país de las maravillas y todo iban a ser cantos y florecillas de reconciliación. Más «sinsorgo» y, encima, tomarnos por idiotas a los demás, no se puede ser.
Lo dicho, un akelarre. Y una continua tentación: cerrar la puerta y apagar la luz.