El sueño de oír a Knopfler en León
Lo bueno de las trastadas es que las disfrutas una y mil veces. Una, el día que las haces. Y mil, si te ha dado tal subidón como para recordarla con frecuencia, especialmente al contarla.
Algo de esto hicimos hace cinco años. Recorría ciudades españolas Mark Knopfler, en su gira de despedida. Allá nos fuimos a oír su guitarra. Recuerdo las pantallas encendidas para mirar las noticias, porque era la noche en la que Pedro Sánchez ganó sus primeras generales. Las convocó al no conseguir aprobar los presupuestos tras acceder a La Moncloa con la moción de censura contra Rajoy. Aquella sustentada en que un Gobierno salpicado por la corrupción no podía mantenerse en España.
Pero, vamos con la música a otra parte. Knopfler, británico de nacimiento tras tener que huir su padre húngaro judío de los nazis, ha transformado, en su carrera en solitario, el oficio de músico en el placer de compartir sonidos con una pandilla de amigos. Eso transmitieron en 2019 en el Wizink Center, cargados de aires celtas actualizados con el sonido rockero de Dire Straits. Justo este viernes pasado presentó su último proyecto, una versión de su Local Hero con los mejores guitarristas imaginables, para recaudar fondos contra el cáncer infantil.
Dice el gallego Carlos Núñez que «la música celta es el sueño de que algo del pasado sigue aquí». Es quizá la mejor arma para combatir a los que dicen que hoy ya no se hace buena música. A esos que optan por anidar en la morriña de otros tiempos obviando que el hombre tiene un poder infinito para reinventarse siempre que sea capaz de no renunciar a sus raíces.
Este domingo, para celebrar San Patricio, el Teatro San Francisco se llenaba de esos aires celtas arrumbados por lo new age, por las recreaciones de unos jóvenes dispuestos a elevar a lo sublime lo asturleonés. Unen viejos sones rurales a míticas músicas, con esa esencia autóctona a la que no dudan en meterle un poco de caña, algo exigible porque quizá tienen lo único que le falta a Knopfler, juventud para desarrollar una larga carrera. Son chicos de formación musical académica, curtidos en esa especie de garaje del que brotan los mejores sueños. Guieldu ha llegado para quedarse. Se lo dijo el dulzainero Tolo con sinceridad al compartir escenario: «sois muy buenos». Ahora necesitan que los alcaldes aparquen un poco las disco móviles para mostrar a sus jóvenes que hay vida más allá del reguetón. Con sonidos de casa. Busquen en Google en sus teléfonos «Guieldu»... Pueden verlos incluso en el mítico festival de Ortigueira.