Diario de León

Al trasluz
 Eduardo Aguirre

Siempre hace buen tiempo

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El frío de León hiere, la tristeza mata; el que Quevedo pasó en San Marcos no le llegó a matar, pero se le quedó para siempre en los adentros e hizo que su ocaso fuese más amargo. Cuando entró preso, el 7 de diciembre de 1639, era ya un anciano —61 años— para las expectativas de vida de la época. Salió en junio de 1643, pero, en efecto, le habían caído muchos más inviernos encima. Murió en 1680, sin haberse liberado del todo de aquellos grilletes con los que le condujeron preso a León. Pero ayer tuvimos un recuerdo para don Francisco, en un día de alegre actividad cultural. Gregorio Fernández Castañón y su equipo nos trajeron la primavera. En el Palacio del Conde Luna, presentaron —con Emilio Gancedo— la revista Camparredonda , que en este número —el 25— incluye un cálido homenaje a Quevedo, ya desde su portada. Gran trabajo. También, fue presentada la obra colectiva Bendita Inocencia, en el que 36 autores hemos escrito acerca de viejas fotografías, todas con niños. Y Fernández Castañón dio a conocer su libro León, una provincia sorprendente. Un milagro —no lo llamemos suerte— contar en nuestra tierra con Fernández Castañón y sus quijotadas culturales, ojalá su generosidad nunca se nos jubile. No todas las gratitudes caben en un solo gracias. Pero todavía el acto incluía otro tesoro, pues Paco Fegar —en cuyo semblante siempre hace buen tiempo— recibió el premio La Armonía de las Letras, que concede la revista. Nunca hay frialdades en el gesto de este fotógrafo, ni en su disponibilidad. Nunca pide nada y lo da todo. Quizá, la caballería andante aún no se ha extinguido. Tal vez sabe un secreto que no nos cuenta.

Quevedo se llamó a sí mismo «Cofrade de la carcajada y de la risa», ambas compatibles con el dolor y la melancolía. ¿Hay quien sepa qué es la condición humana? De momento, leo feliz el nuevo número de la revista Camparredonda .

Felicitaciones por premiar tan bien. En este caso, al leonés menos dotado para la autopromoción, ejemplo de tierna humildad. ¿Quién no le quiere, quién no tiene un reportaje fotográfico que agradecerle? Hasta los fríos más intensos pueden ser llevaderos, salvo —ay— los de la ingratitud. Y sí, siempre hace buen tiempo en el semblante de Paco Fergar.

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