Veterinarios, como el rector de León
Hay veterinarios capaces de completar cuatro horas de intervención quirúrgica mientras sostienen en pie a un animal de 800 kilos; portentos con el bisturí, excelentes con la alquimia, como los grandes cirujanos y admirables anestesistas. Hay veterinarios que mantuvieron la serenidad y la vela encendida cuando la pandemia cerró León, y las carreteras eran el espejo del alma desierta del territorio. Circulaban funerarias y furgonetas del anatómico forense; y circulaban los veterinarios. La muerte y la vida. Veterinario, como aquella primera referencia leonesa que confesó Ónega, con el facultativo que le atendía la cuadra a su tío en Lugo. Veterinarios, como el rector de la Universidad de León, que afronta la conversación con el aplomo de un diplomático y la contundencia de un general. Se va Marín del Albéitar, tras una labor encomiable para transformar la fachada del campus y el currículum del claustro, con beneficio directo en la posición competitiva del alumnado. Si quieren hablar de talento y del talante, pregúntele al rector, para que explique cómo se ha de conjugar el salto del obstáculos y el sorteo de zancadillas para que se resienta al mínimo la institución. De la dimensión de la fuerza y la profundidad de la resistencia. La universidad se pone donde hace falta, replica desde hace años la bravuconada que florece en la barbarie mientras desafina con los coros al Gaudeamus Igitur, que encumbra todas las hazañas del esfuerzo, principio fundacional de la meritocracia que atacan con saña los mediocres. Se va Marín, que es veterinario, profesor de veterinarios, con un legado impagable en el haber de esa institución a la que León adeuda el doble de lo que recibe de ella. Por la reivindicación de una voz autorizada, a favor del rigor académico; por las citas solemnes de birretes y borlas; por la gran orla de un legado de excelencia que ha contribuido a poner a León en la vanguardia de algunos sectores universales que sin Universidad hubiera sido carne de fábula. Por la palabra de un veterinario y la defensa valiente de las posiciones. Por eso, cuando Marín deje en mayo el Rectorado será un día triste para León; y para su Universidad, que ahora hace más falta que nunca.