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Debemos dejar de flagelarnos y reconocer de una vez por todas que nuestras televisiones públicas son las mejores del mundo. Broncano ha tenido el indudable mérito de llevar las entrevistas a su máximo nivel, muy por encima de Gabilondo y de Alsina, y todo el dinero de los impuestos me parece poco para pagarle.

Para escuchar simplezas de actores y cantantes es mejor hacer el gamba, echarse unas risas como de cuadrilla al tomar el quinto cubata y preguntarles descarnadamente cuánto ganan y cuánto follan, que es lo que de verdad nos interesa y lo que justifica su misión de servicio público.

A uno, que presenta un magro balance en ambos libros contables, siempre le apetece que le hundan todavía un poco más la moral actrices veinteañeras y deportistas fibrosos. En la próxima edición del concurso El mejor de la historia hay que enfrentar a Broncano con Lope de Vega, Silvia, que andará la cosa reñida.

Si TVE es buena, Telemadrid es incluso mejor. Consciente de su tarea alfabetizadora, ofreció el sábado una retransmisión modélica de la boda del alcalde, con conexiones previas y despliegue deportivo. ¡A ver por qué razón vamos a poder echar un Athletic-Mallorca y no un Almeida-Urquijo, aunque sea sin penaltis (que se sepa)!

Me pareció un servicio público indudable, si bien eché de menos a Nacho Duato dando puntuaciones en el chotis. También me hubiera gustado ver entre los invitados al típico primo heavy que se pone al fondo de la iglesia con la camiseta de Metallica y vaqueros negros de pitillo. Confiaba en Froilán, pero nada.

Y mientras este acontecimiento tan relevante sucedía, los tristes de la BBC emitían un documental sobre mamíferos. ¡Qué falta de criterio!