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Veo al presidente del Gobierno vestido de blanco delante de un montón de cráneos y de huesos en Cuelgamuros, recibiendo la explicación de los expertos. Los huesos se resisten a marcharse. Los huesos hablan. ¿Qué dicen los huesos? No hace falta ser un experto en medicina forense para saber qué dicen esos huesos. Yo te diré lo que dicen esos huesos. Dicen que el 18 de julio de 1936 España entró en el agujero negro del fracaso colectivo más indecente e innecesario que uno pueda llegar a concebir dentro de la historia contemporánea. Lo que dicen esos huesos es que no había ninguna necesidad de abandonar la carne y la vida que cimentaban con su juventud espléndida. No había necesidad de morir, eso dicen. Dicen más cosas. Dicen: no tomes mi apariencia en vano. Fui un hombre o fui una mujer, o incluso un adolescente, no pude vivir, no pude disfrutar de la vida porque quienes mandaban en un lado o en el otro no fueron gente inteligente. No nos gobernó la inteligencia. No nos gobernó la lucidez. No nos gobernó el acuerdo. Fuimos despojados de la palabra que hace que la vida prevalezca siempre: el acuerdo. Porque el peor de los acuerdos sirve a la vida. La muerte es hija de la negación del acuerdo. Cualquier acuerdo hubiera servido para que esos huesos siguieran cimentando cuerpos, vida, alegría e ilusiones. ¿Qué dicen esos huesos? Que el odio venció en España porque los hombres que mandaban a uno y a otro lado levantaron un muro, pero los constructores de muros siempre se salvan. No se salvaron la gente de la calle, las personas, las familias, la vida simple y necesaria. Quién era más comunista y quién era más fascista: menuda competición de sinvergüenzas, de pervertidos. Las dos ideologías eran una fantasía grotesca. Y la gente murió por dos supersticiones medievales: el comunismo y el fascismo. Eso dicen esos huesos. Dicen que murieron sin haber vivido. Dicen que murieron por la incompetencia nauseabunda de quienes gobernaron este país. Y ahora qué hacemos con ese legado de huesos parlanchines. Millones de huesos que no se callan, que están todavía hablando, y que nos avisan de que la edificación de muros es la misma que la de las fosas comunes. El peor acuerdo salva la vida. Los huesos y los cráneos con agujeros de bala siempre son un error de la historia, el error de los ignorantes, el error de los necios y de los oportunistas que no supieron ponerse de acuerdo por culpa de la vanidad y la egolatría. La muerte era innecesaria, eso dicen esos huesos.

Y la gente murió por dos supersticiones medievales: el comunismo y el fascismo