Saber lo que pagamos
C uando una tonta contemporánea, desde cualquier cargo político, declara —con la solemnidad de quien acaba de descubrir las sopas de ajo— que van a pagar más los más ricos, es que vamos a pagar más los que no somos ricos. En todos los países democráticos, desde sus inicios, pagan más los más ricos, pero las tontas contemporáneas creen que van a reformar los impuestos y lo que hacen es presionar más a las clases medias y a los trabajadores. Sí, a los trabajadores, lleven corbata o no, sean profesionales liberales o estén sujetos a una nómina, autónomos por su cuenta y riesgo o autónomos con un par de asalariados, o el minúsculo empresario de un taller de reparaciones, que paga tres o cuatro nóminas, y tiene las manos tan manchadas de grasa como los trabajadores contratados.
En España, un cirujano, un abogado, un autónomo que se dedique a la compra venta, o un agricultor o ganadero que obtenga unos beneficios superiores a 53.000 euros anuales, paga de IRPF un 45%, casi la mitad, además de los ivas que va pagando desde que compra un billete de tren, llena el depósito de gasolina, llama por teléfono hasta cuando se compra una camisa o una blusa.
El presidente de los empresarios, Antonio Garamendi, ha propuesto algo tan razonable como que esa cantidad la perciba y la abone el trabajador para que sepa lo que paga en impuestos. Y ha salido, muy enfadada, la comunista de mejor fondo de armario del Gobierno, para oponerse con gran vigor, es decir, que no quiere que el Gobierno de la transparencia les muestre a los trabajadores lo que realmente pagan. Somos el cuarto país de la UE con el IRPF más alto en los altos tramos. El cuarto. Y, aunque nos supera Dinamarca, hay subvenciones por maternidad, estudios y otros conceptos que en España no existen. Saber lo que se paga es un derecho. Y ayuda a advertir que a personas como la vicepresidenta segunda les pagamos el sueldo todos nosotros, también los trabajadores, los profesionales y los autónomos.