Espejismos solares de León, SL
Esto que parecían excesos del guion de las series de narcos de Sinaloa, ya es parte común del trasiego administrativo en León. Si le gusta al señor feudal, será para el señor feudal. Aquella loma, este erial, ese rompido; los sotos, truébanos, murias, abesedos y solanas, los ribones, las costanas, janas y quintanas. Se señalan en el boletín oficial con cruces de sangre, como las casas enemigas en la noche de los cuchillos largos. La transición justa era que un rebaño de políticos y secuaces se atreviera a hacer a plena luz del día lo que hasta ahora sólo sabían desenvolver un grupo de forajidos en la cobertura de la oscuridad. Exprópiese, el estribillo de la canción de los comandantes rojos, salta el charco y se instala en el entrerríos de León, de tierras trigueras fértiles, donde los gallegos no ven más que meseta. A los castellanos les entra la risa floja por esta acometida en el Órbigo o la Cepeda y recomiendan a la UPL que cambie la ley, confiscatoria, si no le gusta. Mira, qué idea. Se podía empezar por ahí. A ver los diputados y diputadas por León que levantaron la mano en el Congreso para legalizar el saqueo soviético este de coger (en sentido literal) lo que al patrón le venga en gana. Y que paguen con su patrimonio a los damnificados leoneses. Después de convertir los espejismos solares en el segundo cultivo más extenso de León, no queda nada por ver; acaso, que el petróleo cotice a la baja tras el ataque bélico de los ayatolás. O que el gobierno elegido en las urnas auspicie el robo de la tierra a unos ciudadanos para dársela a otros ciudadanos; de muchos ciudadanos a unos pocos ciudadanos. Velo ahí, el nuevo traje a medida del interés general. Se sugiere la lectura del delicioso reportaje de Cristina Fanjul, pleno de periodismo, que Diario de León ofreció en la sección de Revista del 14 de abril, armado en la edición digital tras la estela sugerente agarra la pasta y corre, de la burbuja de las fotovoltaicas; resulta que ante el saqueo, sólo Asaja puso pie en pared; resulta que el hidrógeno es la cuenta de la vieja en el cuento de la lechera (lo dice Agustín Turiel, científico del Csic); seguro que la ministra del lobo no opina igual sobre esta gangrena en las tierras de León. Mejor, no lean a Fanjul; no vayan a encabronarse.