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Publicado por
CORNADA DE LOBO
GARCÍA TRAPIELLO

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Mi instructor en gusarapas o rancajos, gusarapines, morucas, maravallos y moscas de mayo fue Baltasar «el Peleas», un tipo afable e infatigable de «a peón» cuya fibra muscular estaba hecha de bilortas retorcidas, sin duda, algo propio de su oficio de repartidor de bultos Puerta a Puerta en interminables jornadas de muy terminable sueldo, así que con la caza como arreador y la pesca como afición nutritiva se le arrimaba a su vivir un jornalillo, junto alguna perdiz o liebre, y una sartén con manteca para sustanciar una pesca siempre sosa. El río lo trabajaba. Las orillas las recosía. Tablas y chorreras las vareaba todas. Lo de Peleas le vino por algo. Estar ocioso no le cabía, salvo rompiendo la mañana a la hora del taco con una lata de sardinas, quizá algo de embutido y una manzana. Gran tipo, de los pocos que daban los buenos días a todo pescador al cruce. El Órbigo era su cátedra al tener familia y casilla caminera antes de llegar a Cimanes del Tejar. Y a la trucha que no veía la intuía, le sabía sus ganas o sus horas y hasta las tenía contadas en cada poza o al hacer marallo oscuro en las frezas de febrero. Sabía. Era un hijo mayor del intelectus apretatus. Su indumentaria: usual ropa de brega. Su aparataje: escrupulosamente ordenado con rigor funcionario para llevarlo todo encima sin faltar nada.

Siempre me acuerdo de Baltasar al levantarse cada veda y poblarse todo de cañas y ansiosos trotarríos en busca del selfie de alarde para el guasap gusarapero. ¿Qué pensaría de la liosa indumentaria firulí que hoy llevan tantos?... y no sólo por lo que cuesta, sino por lo esparabán y presumida, ¡vaya desfile de modelos! con ese vadeador hasta el sobaquillo, esa gorra chillona, esas gafas de colorín, ese pisar cada lecho atosigando a to bicho viviente... él, que con botas de media caña podía resolverse sin inquietar idas o venidas de la trucha en su querencia, sin avasallar, tranquila ambición... ¡paciencia y a barajar mosquitos!... Peleas me enseñó no poco de la nada que sé o sabe el pescador sincero. Y entendería por qué se me han ido quitando las ganas.