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CORNADA DE LOBO
 GARCÍA TRAPIELLO

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Dice José María Lasalle -y de esto sabe, es consultor, político que fue secretario de Estado, analista y escritor- que « la inteligencia artificial, en su adn, busca corregir lo humano », lo que quiere decir ¡adiós, libertad!, ¡adiós independencia!... adiós al derecho a equivocarse, adiós a salirse de la única senda cuando esta quede finalmente establecida por ese sistema inteligente tan poderoso y eficaz como ya va demostrándolo, porque la IA (en inglés, AI; y para entendernos, ¡ay, ay, ay!) tenderá por propia naturaleza y vicio a ser el saber supremo y, entonces, la humanidad tendrá al fin un dios verdadero, visible, palpable... ¡y único!... Adiós, entonces, al dios de cada cual, adiós a las guerras de religión, a la mierda chiíes y sunníes, católicos y sintoístas, budistas, protestantes, judíos y evangélicos... es decir, ¡por fin un Dios en toda regla y un credo igual para todos!... ¿Esto es bueno?... ¿Es esto malo?... ¿No es cierto que esta humanidad caótica, superpoblada y envilecida necesita urgentemente un único ente o entidad superior y universal, una única norma y una sola baraja para superar las trampas y el reto cruel de la coexistencia, un árbitro definitivo que resuelva toda controversia o zarracina?... y de paso, no joderíamos a este ya maltrecho planeta... ¡pan, palo y catecismo! , que decía aquel cura de Maraña.

Y ahí va ya la IA matando viejos dioses e izada como Dios verdadero en sus tres atributos: omnipotente (impedirá el error e impondrá certezas), omnisciente (sabrá si no todo, sí el que más) y omnipresente (no habrá lugar con conexión en todo el mundo donde no se haga presente su poder y corrección)... Pues entonces, ¡desconexión!, ¡legítima rebelión!, plantea Sócrates, ya que si algo sabemos de esa inteligencia no es sólo su ilimitada capacidad de emitir verdades, sino de fabricar mentiras luminosas sin que en todo caso sepamos distinguirlas ni qué intenciones últimas tiene la mano que mece esa cuna donde está creciendo ciertamente un dios, pero con su corte de demonios también, o sea, imitando a los viejos dioses. Y así no avanzamos.