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El ministro de Transportes ha metido la mano en el fondo del cajón y ha sacado el viejo asunto, nunca desmentido del todo, de los peajes a aplicar en autovías y demás vías rápidas del país. Los dedos de Óscar Puente no acertaron, lamentablemente, con tantos asuntos como hay pendientes para esta tierra en el despacho del titular de la cartera inversora, que tradicionalmente se denominó Obras Públicas o Fomento. Aquellos momentos en los que se vivía la posibilidad de que León tuviese un tren decente a Galicia, para poder competir con otros ejes de transportes no tan lejanos que sí ofrecen garantías de futuro. Este martes, en el viaje hacia Orense con unos buenos amigos, surgió la conversación sobre esos ‘transportes’ que nos facilitan (o más bien complican) el acceso a la comunidad vecina y sus puertos, al circular por una nacional cargada de tráfico, curvas y peligros, y mirando a esa vía férrea que, con más de 150 años, sigue asomándose al abismo del Sil, impidiendo unas velocidades acordes con los tiempos que corren. O más bien, ese es el problema principal, que no pueden correr... Y con tiempos de desplazamientos que son literalmente decimonónicos.

Allí, en una aldea gallega, ni siquiera salieron ya a ladrarnos los tradicionales perros. La despoblación se agudiza y el martes 23 era laborable. Los pueblos exhiben una decadencia dramática, que no está tampoco lejos de la que viven los cascos antiguos de las ciudades. Existen, cómo no, diferencias, pero las tendencias son muy duras, inapelables a estas alturas, y generan unas posturas y debates maniqueos estériles. El éxodo de las zonas viejas de las urbes no comenzó con la plaga de las despedidas de solter@. Son algo así como los animales salvajes que campan a sus anchas por los pueblos sin vida. Esa que perdieron cuando se abrió una grieta con la huida del hambre y la promesa de progreso hace muchas décadas, antes de que llegasen las autonomías.

La caída de parte del techo de un lavadero de carbón se une a cada derrumbe que se produce por todos los rincones de la España vaciada. Los tiempos cambian, y quedarse apuntalando todo lo que ya no tiene vida, aunque sea la simbólica Recuelga, quizá sólo sirva para distraernos un poco más mientras los vientos de futuro empujan las cosas hacia otros sitios. Y para emigrar, encima, nos quieren cobrar peaje....