San Pedro Mártir
Este lunes, 29 de abril, celebramos la festividad de San Pedro Mártir. ¿Lo sabía Pedro Sánchez y por eso retrasó su decisión hasta ese día? No hay ninguna razón objetiva en su carta que justifique su decisión. Si comparamos los ataques que Sánchez ha recibido, con los que sufrieron Suárez, González, Aznar, Rajoy y hasta el propio Zapatero, lo de ahora es de patio de colegio. Así que, por ahí, no cuela. Incluso aunque Almodóvar —¡¡¡Pedro!!!— diga que «no existe ser humano que resista lo que el más resistente de nuestros presidentes ha estado sufriendo durante esto años, en una escalada que supera todo lo imaginable». Del vasallaje al ridículo hay sólo un paso.
Si nos referimos a los ataques a su mujer, la solución es muy fácil: basta con explicar que todo lo que se dice de ella es mentira. Que nunca hubo tráfico de influencias, ni recomendaciones ni apoyo a benefactores que se lucraron de fondos públicos ni logro de empleos académicos sin tener los requisitos necesarios. Explicar eso o acudir sin tardanza a los tribunales. Si Sánchez se va, dudo mucho que sea por lo que dicen de su mujer o de su hermano sino por lo que hay detrás de la camarilla Koldo-Ábalos-Illa-Armengol y compañía, por lo que puede saberse del caso Pegasus ahora que Francia ha facilitado nuevos documentos, por lo que puedan saber algunos gobiernos extranjeros o porque, en un ataque de sensatez y sentido común, se ha dado cuenta de dónde está llevando al país.
Que un presidente demonice a jueces y periodistas es mentir y en ninguna época se ha mentido con tanto descaro como ahora sin pagar ningún peaje. Escuchar a Almodóvar y a algunos periodistas, decir que Sánchez «está obligado por su cargo a ser sobrehumano» y que batalla «judicial y mediática de la derecha y la ultraderecha» es un insulto al sentido común. Decía Dostoievski que «el hombre que se miente a sí mismo y esconde sus propias mentiras llega un momento en que no puede distinguir entre la verdad y la mentira y, por tanto, pierde todo respeto por sí mismo y por los demás». ¿San Pedro Sánchez mártir? Lo último que nos quedaba por ver es a un presidente instalado en la radicalidad y el populismo dispuesto a convertir en enemigos a quienes defienden el control legítimo del poder y son un elemento básico del funcionamiento eficaz de las instituciones.