Fandango
C on Sánchez, cuanto peor mejor. No me creo una sola palabra de su epístola lacrimógena de la semana pasada ni de la escenificación montada para disimular sus vergüenzas. Pero me temo que hay muchos votantes de la internacional cursi que le compran el discurso y hasta el gesto de amor conyugal. Nuestra cultura apesta a sentimentalismo y nuestros políticos, conscientes de las debilidades más extendidas, las explotan como demagogos. Con tal de no dar explicaciones sobre las actividades sospechosas de la familia, todo vale, hasta fingir enfado. Parafraseando a Pessoa, el político es un fingidor que hasta finge el dolor que siente de verdad.
Y más si es un comediante consumado como Sánchez, capaz de sentir un daño falso. En suma, es como si el señor presidente, con su representación victimista, estuviera exigiéndonos que le permitamos delinquir impunemente. Bochornoso. Por lo visto, la mayor virtud de un político es amar profundamente a su mujer. Y a sus hijas y a su perro, imagino. En un mundo ideal donde la principal virtud es el amor, el peor vicio es el odio, y este veneno ideológico le sobra a Sánchez. No es la bilis de los ultras, ni el agua bendita de la derecha, es la neurotoxina letal que segrega su visión sectaria de la democracia y la vida españolas. Con su gesto totalitario de suspender el tiempo para pensar en la vacuidad de la existencia política, el señor presidente es culpable de arrastrarnos al fango y al fandango del tercermundismo militante. El giro populista era inevitable. Tantos años de connivencia con las repúblicas bananeras de Macondo y alrededores han terminado contaminando las ideas del líder socialista y sus cómplices del partido.
A ver si el proyecto sanchista de país consiste, al final, en aliarse con la periferia nacional y con esa periferia global compuesta por dictaduras multiculturales. En Europa deberían prestar más atención al viraje geopolítico de la punta sur del continente. Igual el caso Pegasus es la cuestión palpitante que lo ha puesto todo en jaque y ha hecho temblar el tablero. No podemos descartar nada. Tras la ridícula arenga de ayer, deduzco que Sánchez no desaprovechará la ocasión de expandir su estrategia de poder ubicuo. El golpe de Estado en curso, en el léxico de la utopía sanchista, se llama mantenerse en el gobierno a toda costa, caiga quien caiga y le pese a quien le pese, con más fuerza que nunca. No hay marcha atrás. Guerra sin cuartel contra los medios críticos y los jueces sublevados. Caricatura de país.