Los misterios de Rodanillo
Jerusalén está escondida detrás de un retablo de madera en la ermita de Rodanillo.
La ermita es una antigua iglesia dedicada a San Salvador, desplazada por el templo que se encuentra en el centro del pueblo, a donde se trasladó el culto en algún momento de la Edad Moderna.
La ermita de San Salvador solo abre sus puertas una vez al año. El Día de Difuntos.
Renovaron el tejado en 2019, así que no hay riesgo de que se venga abajo. Pero la nave del edificio ofrece un aspecto decrépito, abandonado casi, con las paredes de cal desconchadas.
Bajo la cal, en la zona Este de la ermita que se encuentra a las afueras de Rodanillo desde el siglo XIII, aparecieron en 2019, cuando cambiaban la cubierta, restos de un mural con seis escenas de la vida de Jesucristo.
En una de las escenas, que parecen formar un retablo, se intuye la figura de Jesús saliendo del Santo Sepulcro. En otra asoma la cabeza una oveja. Y los técnicos que han visitado el edificio les conceden algún valor artístico. Pero cinco años después de su hallazgo —fue el ingeniero agrónomo natural de Rodanillo David González el que las encontró— nada se ha hecho por retirar el resto de la cal y resolver el misterio sobre su calidad y sobre la fecha en la que pintaron el retablo con blanco de plomo, un pigmento que con los años y la humedad ennegrece las figuras. Bastaría una sencilla prueba de carbono-14 para datarlas.
En la misma ermita, detrás del retablo de madera, está Jerusalén.
El retablo de madera es obra de un artista anónimo. De estilo rococó. Y data del siglo XVIII, aunque el Cristo que lo preside es anterior. Muy deteriorado por la humedad, el retablo ha perdido la policromía y tiene algunos agujeros.
Por uno de esos agujeros coló en 2021 su teléfono móvil el pedáneo de Rodanillo, Severino Martínez, y descubrió lo que ya sospechaban; Jerusalén estaba al otro lado. Jerusalén pintado en la pared.
El video que rodó Severino enseña una ciudad amurallada, de trazo grueso, de artista popular. Y recuerda a la Jerusalén que preside el retablo mayor de la iglesia de San Antolín, en el centro del pueblo.
La conexión entre los dos templos es evidente. El enigma tiene solución. Solo falta que alguien quiera resolverlo.