Funcionarios sindicales
C onocí los sindicatos verticales de la Dictadura. La afiliación era obligatoria, y quienes llevaban la organización eran funcionarios sindicales, semejantes a los funcionarios de cualquier otra rama. Dependían de la Secretaría General del Movimiento, cuyo Ministro era la cabeza visible del único partido, que era el partido del Gobierno.
El día primero de mayo me vinieron estos recuerdos a la memoria, cuando contemplé a los sindicatos y a los ministros del Gobierno, formando un bloque. Un bloque lógico, porque si en el Gobierno hay ministros socialistas y ministros comunistas, los sindicatos de ahora se dividen entre el sindicato comunista de Comisiones Obreras y el sindicato socialista de la Unión General de Trabajadores. Escuchar a los líderes sindicales, en sus arengas, dedicar más tiempo a apoyar al Gobierno que a plantear el problema de los tres millones de parados reales que padecemos, y encabezar la tasa de paro más alta de Europa en todas las edades -porcentaje que se dispara entre los jóvenes- formaba parte de ser un bloque, donde el interés del trabajador está unido a los intereses de los partidos políticos que forman el Gobierno.
Así se explica que, en los últimos años, el cierre de fábricas y empresas no haya sido motivo de huelgas, y hayan desaparecido alguna importantes empresas de automoción, sin que se haya provocado alboroto alguno. También se explica que el 86% de los trabajadores españoles no estén afiliados a ningún sindicato, puesto que ahora es libre y se ahorran de pagar la cuota. Bueno, es un decir, porque dada la baja afiliación sindical, no podrían vivir de los recursos propios, y se sostienen merced a las subvenciones que reciben de los Gobiernos de turno, en este caso del Gobierno que les es afín.
Cada año que pasa, a los trabajadores españoles les produce más pereza afiliarse a un sindicato, pero no parece inquietarles a sus dirigentes, ni siquiera hacerse la pregunta de cuál es la causa de este abandono social de los trabajadores. Puede que no les importe, puede que sus dirigentes sepan que las subvenciones -procedentes del dinero de todos los españoles- no les faltarán. O puede que, como sucedía en el sindicato vertical de la Dictadura, hayan asumido que son una especie de funcionarios, tan inoperantes como inamovibles.