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Cuarto Creciente
Carlos Fidalgo

La casa de Amable

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Cuenta Maru Rizo, la mujer que compartió los últimos 14 años de vida del pintor Amable Arias, que el día en que el artista nacido en Bembibre supo que iban a tirar la casa de su abuela en la Villavieja decidió viajar desde San Sebastián a la capital del Bierzo Alto para realizar algunos dibujos de la vivienda antes de que la demolieran. «La pena de Amable era lógica, se quedaba sin casa en el pueblo, pero Pilar, su madre, lo tenía decidido y la casa se derruyó para vender el mini solar», escribió Maru en 2018, en una de las redes sociales que mantienen viva la memoria del pintor.

Así fue como entre 1975 y 1976, Amable realizó una docena de dibujos al pastel. Después derribaron la casa. Vendieron el solar. La madre de Amable cobró algún dinero. Y de aquella vivienda que anclaba al artista a la localidad donde nació, donde en 1936 sufrió el accidente que le obligó a usar muletas durante toda la vida cuando quedó atrapado entre dos vagones de tren, y a donde volvía muchos veranos, solo quedaron sus dibujos al pastel.

Amable murió un día de febrero hace ahora cuarenta años. Murió antes de tiempo. Y en sus viajes desde San Sebastián a Bembibre comenzó a pintar muy pronto las casas de la Villavieja. Cuando se sentaba en las mesas del café Mero que todavía existe hoy con el nombre de Confitería Ferrero, sacaba su cuaderno y sus lapiceros y también dibujaba a los parroquianos. Toda una galería de personajes, un retrato del Bembibre de mediados de siglo.

Esos óleos, esos dibujos de Bembibre, y una selección de la obra posterior, son los que Maru Rizo quiere ceder al Ayuntamiento para que los vecinos conozcan a su artista más grande. Un talento que no puede explicarse sin la influencia de las calles, el paisaje y las gentes de Bembibre. Por eso dolería mucho que esas obras no acabaran en la Casa Villarejo si el Ayuntamiento no recibe las ayudas que ha solicitado para terminar de reformarla.

«Amable no lo perdonaría», me cuenta Maru, preocupada porque cumple 80 años y aún no se ha firmado la cesión porque falta rematar el edificio. Sería como si derribaran por segunda vez la casa de su abuela. Como si los vagones del tren le atraparan de nuevo. Amable no lo perdonaría, no. Y muchos otros que también hemos nacido en Bembibre, tampoco.