Diario de León

La liebre Álvaro Caballero

Diez años de silencio

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En el año 10 d. C (después de Carrasco), el asesinato de la presidenta de la Diputación Provincial aún convoca un silencio incómodo. Ni un solo homenaje, ni un recordatorio, ni un reconocimiento en ninguno de los pueblos en los que, durante 27 años, como delegada territorial y consejera de la Junta primero y como responsable de la institución provincial después, puso primeras piedras, impulsó inversiones, dotó con fondos las promesas que habían dejado apuntadas en la barra del bar sus predecesores, inauguró equipamientos públicos y cortó cintas de carreteras. Ni una de las instituciones en las que ocupó escaño y ejerció el poder sin concesiones al rival ha tenido una muestra de cortesía que trascienda la intimidad. Ni una sola de esas asociaciones que hacen gala de los hitos de las mujeres han reparado en que fue la primera en muchos puestos, siempre presta a reclamar un espacio vedado para ellas hasta entonces. Ni siquiera ha habido un detalle de su partido, el PP de León, que ha escondido al personaje que acumuló victorias electorales, pasó el rodillo a los díscolos y defendió una voz propia para una formación que desde entonces sobrevive como un apéndice de la central de Valladolid, mediocre, sin discurso, ni peso en las decisiones, ni apenas voz, aunque antes sólo se escuchara la suya por encima de cualquiera que osase cuestionar su criterio.

No hubo apenas quien la desafiara cuando estaba viva. Un puñadín se enfrentó y terminó arrinconado, pero la mayoría se quedó en las inmediaciones. No se movió. Se benefició del poder de Carrasco para medrar, para vivir bien, siempre con el tributo de una obediencia incondicional, un vasallaje. Todo el mundo en León ha escuchado una anécdota de la presidenta en la que sentenció a alguien por no obedecerle, un chascarrillo de la despótica personalidad con la que ejercía el mando, una historia sobre las venganzas con las que liquidaba a quien no agachase la cabeza. Todo ese relato, casi siempre de oídas, hizo que se juzgara a Carrasco en el juicio, donde se exhibió un modelo de poder en el que se amparaban concesiones de contratos, amenazas y enchufes. Dos de las beneficiadas por esa política acabaron por asesinarla. Asesinaron a una persona. Todavía hay quien cree en su mezquindad que se lo merecía, aunque no se atreva a decirlo en alto. Ese silencio habla de esta sociedad de León.

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