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Publicado por
Ana Gaitero
León

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H ace años que no sigo el festival de Eurovisión. Aquella emoción que me suscitaba cuando era pequeña, delante de la pantalla en blanco y negro, esperando los ‘points’ para España, se desvaneció con los años y una propuesta musical que suele encumbrar a personajes estrambóticos y canciones rancias. Lo que anoche se viera sobre el escenario de la ciudad sueca de Malmö, no me importa.

Eurovisión ha sido este año el espejo de la Europa de la vergüenza, del cinismo de un continente que vetó a Rusia por la guerra de Ucrania y ha consentido que Israel cante mientras ejecuta un genocidio que se ha cobrado más de 32.000 víctimas mortales en Palestina. No tengo nada contra los artistas israelíes, pero este doble rasero deja en evidencia un foro que representa a los estados. La Unión Europea no han estado a la altura de la idea civilizatoria de la que se considera guardiana.

La ciudadanía europea ronca refugiada en su mansión continental y los gobernantes planean a voz en grito, ya sin disimulo, la reindustrialización de Europa con una carrera armamentística de la que nos intentan convencer de su utilidad, aunque las verdaderas intenciones estén puestas en la conquista de los recursos naturales de África más que en una confrontación improbable con una potencia nuclear como es Rusia. Mantener la mansión europea, aunque cada haya más criados que inquilinos con derechos, requiere de mucha pólvora según los cánones del viejo sistema.

La canción europea suena triste, muy triste, en vísperas de unas elecciones que apenas importan a los candidatos y candidatas que se disputan un sillón en el mastodóntico parlamento que tiene más boato que competencias reales. Una campaña en la que la presidenta de la Comisión, Úrsula Von der Layen cabalga sobre un caballo que representa las bondades del acercamiento de la derecha con la ultraderecha.

No excluir a Israel del festival ha generado un ambiente en el que los francotiradores fueron más protagonistas que los artistas y los incidentes se han multiplicado en los ensayos. Europa, con el peso pesado de Alemania, que arrastra el mea culpa del holocausto judío, ha perdido la oportunidad de lanzar un mensaje de paz y de poner condiciones a Israel. Ha preferido avalar la masacre de Israel sobre Gaza haciendo como si no pasara nada o como si la cultura fuera inocua.

La respuesta ciudadana, sobre todo de jóvenes en las universidades, de las últimas semanas frente al genocidio en Gaza, como la que hubo este sábado en Malmö al festival, podrían ser los primeros brotes de una primavera que tal vez nunca llegue a Palestina.

Como dicen los versos del poeta palestina Mahmud Darwish: «La tierra se estrecha para nosotros», «¿a dónde iremos después de las fronteras?».

¿Por qué Europa ha aplicado un doble rasero con Rusia e Israel a la hora de vetar a uno y no a otro en Eurovisión?

«La tierra se estrecha para nosotros», «¿a dónde iremos después de las fronteras?», escribió el poeta palestino Mahmud Darwish
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