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Aquí y ahora
Juan Francisco Ferré

Exhibición de atrocidades

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Vida por vida, dice el Éxodo. Ojo por ojo, diente por diente, sí, ya me lo sé, qué gran principio moral. La ley del talión, herida por herida, golpe por golpe, es el talón de Aquiles de la cultura semita. Cuántos ojos palestinos tienen que saltar de sus órbitas para que Israel se dé por contento. Cuántos dientes gazatíes necesita arrancar para sentirse satisfecho. De esta mentalidad bíblica han salido, no cabe duda, grandes oftalmólogos y eximios odontólogos. Ahora bien, lo malo de esta gente, pueblo elegido, como recuerda el antisemita de guardia, es que no conoce límites. Se atreve a todo. Tarde o temprano, iba a encontrarse con su némesis.

Eurovisión, en estas circunstancias, menuda blasfemia. Hasta ahí podíamos llegar. Con la que está cayendo. Presentarse por la cara y pretender ganar, para colmo, el concurso musical más casposo y cursi, perdón, más prestigioso y glamuroso de la televisión europea. No tiene perdón. Los eurofans, en una gesta heroica, le hicieron pagar cara su insolencia a la cantante hebrea. El mundo respiró aliviado tras despejarse la incógnita de la ganadora. Un bodrio suizo relamido y mariposón, al gusto más kitsch de la UE. Vade retro, Netanyahu.

Los abucheos y silbidos, simples ecos de la protesta callejera, han puesto en jaque la buena conciencia diplomática de las sociedades occidentales, culpables en parte, por omisión, de la eterna carnicería palestino-israelí. La juventud protestona vive instalada en un estado de emergencia emocional permanente, aunque Greta Thunberg derrame las mismas lágrimas frías, típicas de la cultura del espectáculo, por los muertos palestinos y el deshielo ártico. De ahí la airada reacción contra la razia de Gaza y su apatía ante los abusos de Hamás. Irán, instigadora del caos criminal en la zona, no merece tal reprobación, y eso que sus jóvenes padecen a diario un régimen abyecto y opresivo.

Se inflaman las pasiones políticas y la farra eurovisiva queda en evidencia, al fin, como un negocio grosero. Así la exhibición de atrocidades de Gaza se transforma, como diría Ballard, en clave de una pesadilla global donde todos hemos empezado a interpretar un papel más voluntario y calculado. Ola emocional o tsunami sentimental, da igual, es el efecto demagógico que devolverá la presidencia al infame Trump. Ya solo por eso, chiques, habría que pensar un poco, más allá de las emotivas consignas de las redes sociales. Menos lágrimas de glaciar y más lucidez de volcán. Consejo de viejo novelista paranoico.

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