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Cuerpo a tierra
Antonio Manilla

Se admiten huéspedes

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En la carrera por atraer forasteros a las ciudades, lo primero que hay que saber es que uno participa con arreglo a sus recursos. En todos los ámbitos: naturales, culturales, aventureros, gastronómicos, históricos, eventuales, etc. Nadie que conozca el paño podrá decir que en la mayoría de esas categorías la provincia de León esté mal servida de cara a fomentar el turismo. Habrá lugares tan ricos en patrimonio o paisajes, pero pocos más afortunados, ya que además nuestro entorno no es solo de pasar y ver, sino de pisar y vivirlo. Otra cosa es que esté adecuadamente fomentado, que los que son foráneos tengan conocimiento de todas esas maravillas que aguardan su visita.

En el turismo de eventos quizá es donde más se falla: quitando alguna iniciativa privada como el Festival de Magia o el Monoloco, nos comen la tortilla incluso villas que son capaces de conseguir un concierto de Ludovico Einaudi, cuando aquí fuimos de las primeras ciudades en tener un ciclo de Nuevas Músicas que nos trajo a Wim Mertens o a Michael Nyman hace no tanto tiempo como para haberlo olvidado. Eventos también son los espectáculos deportivos, donde solo el balonmano está en el primer nivel —amenazado económicamente—, y en toda la Unión no hay ni un solo equipo de fútbol en primera división. El turismo de congresos, hoy por hoy, no tiene un lugar digno donde celebrarse en León: con San Marcos disminuido y el Palacio de Congresos compitiendo en inacabado con el tranvía, el conservatorio nuevo y el Palacio de Deportes.

No es lo mismo admitir huéspedes que atraerlos. El mensaje que trasmiten las campañas de promoción del turismo autonómicas y provinciales es únicamente ese: «Se admiten huéspedes». Es una política de pensión limpia y aseada, sin la menor ambición. Un simplón aquí estamos, aunque estemos con los brazos abiertos. Da la impresión de que estuviéramos demasiado centrados en las normas de admisión —esa panoplia de zonas peatonales y locales y servicios internacionales— y muy poco en conservar la singularidad que nos hizo llegar a ser lo que somos y tener lo que tenemos, en ofrecer precios competitivos, circuitos que amplíen la duración de las estancias hoteleras, paquetes de cultura al máximo nivel. Como si en el fondo no nos creyésemos que tenemos de lo bueno, lo mejor. Se echa en falta un cambio de mentalidad que también lo sea de directrices.

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