Diario de León

Panorama
Diego Carcedo

Populismo y demagogia

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La demagogia y el populismo, que suelen ir de la mano, siempre han sido los grandes enemigos de la democracia. Bien podría decirse que son sus contravalores: unas veces la utilizan para conseguir sus objetivos y otras la desestabilizan desde la falsedad de sus propuestas, simplificando las cuestiones importantes y, lo que quizás sea más grave, enfrentando a los ciudadanos hasta acabar generando odio. En la historia hay muchos ejemplos, empezando por Hitler cuyo populismo engendrado desde la mentira y secundado por multitudes llevó a la humanidad al mayor desastre que ha sido la Segunda Guerra Mundial.

En los últimos tiempos sus promotores actuales encontraron una gran ayuda en la tecnología. Lejos de contribuir a consolidar la verdad, que es el principio básico del periodismo, las nuevas tecnologías participan de manera decisiva en la desinformación y contribuyen a generar el apasionamiento irreflexivo que las falsas noticias y argumentos distorsionados proporcionan. Así se explica el fenómeno de una sociedad cada vez más culta y formada que se presta con mayor facilidad a asumir posiciones extremas y a menudo irracionales. Lo estamos viviendo estos días en torno al conflicto de Gaza, donde los excesos de Israel en su intento por liquidar a las organizaciones terroristas que le vienen hostilizando de manera permanente, ha provocado una reacción populista internacional que se ha extendido por las universidades de muchos países.

Es evidente que las tensiones creadas no han contribuido ni a restaurar la paz ni a extrapolar el enfrentamiento a otros ámbitos, por el contrario están el odio inexplicable pero crónico contra los judíos. Las manifestaciones en contra de lo que está haciendo Israel está reactivando el antisemitismo. Pero el populismo mal llamado progresista no está sólo: evoluciona en paralelo con el de extrema derecha y a veces se encuentran. El antisemitismo propugnado desde el extremismo izquierdista confluye con los principios de retorno al nazismo de los partidos políticos que proliferan en varios países europeos. En España seguramente muchos de los que se muestran contra Israel no recuerdan que eso fue uno de los principios básicos del franquismo: comunismo, judaísmo y masonería. Los populismos parten del principio de que el mundo es suyo, de que tienen la exclusiva de la razón, no recuerdan que las experiencias de sus predecesores todas llevaron al fracaso, con la pérdidas de libertades para seguir expresando sus protestas y arruinando las economías sin haber conseguido en ningún caso la igualdad que demagógicamente propugnan.

Una sociedad cada vez más culta se presta con mayor facilidad a asumir posiciones extremas
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