Diario de León

Cuarto Creciente
Carlos Fidalgo

La 31

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Tiene 111 años, la fabricaron en Múnich y fue una de las últimas locomotoras de vapor de Europa. Lleva un número, el 31, que la distingue como parte del parque móvil del tren que unía Ponferrada y Villablino; aquella línea que además del carbón que llegaba de la cuenca del Sil a la térmica, subía el correo y los viajeros a Laciana. O los bajaba al Bierzo.

La 31, fabricada por la empresa Maffei antes de la Primera Guerra Mundial, cuando el vapor movía al mundo, espera.

Espera en el hangar del Museo del Ferrocarril de Ponferrada. Espera a que se acuerden de ella.

Durante años, estuvo ‘escondida’ en una nave de Cubillos del Sil. Después, cuando los aficionados al tren ya se preguntaba qué había sido de ella, por qué no ocupaba un lugar junto al resto de locomotoras restauradas que usó la MSP —propiedad de la Junta de Castilla y León y cedidas la Ayuntamiento de Ponferrada— pasó una temporada en Ardoncino.

De allí volvió.

Volvió porque hubiera sido un escándalo que no lo hiciera.

Y desde entonces espera en la lonja de Ponferrada. Espera para volver a tirar del tren, desde Cubillos a Villablino, porque en los noventa se llevaron las vías del tramo de Ponferrada. Espera a que el proyecto del tren turístico, que por fin parece encarrilado, la saque del hangar y la ponga a funcionar.

Sería estupendo, ¿verdad?, que el vapor volviera a salir de su chimenea. Que de nuevo recorriera la vía hasta Villablino.

Quizá la prioridad sea ahora el hidrógeno. Un combustible más limpio, nos dicen. Y en ello está trabajando la Fundación Ciudad de la Energía.

Pero que nadie se olvide de la 31. Que nadie deje de lado la Maffei fabricada en Múnich cuando Alemania era un imperio, una potencia del vapor.

Ya no se repetirán esas fotografías en blanco y negro de la 31 enganchada al convoy de viajeros, con el vagón del correo, en el andén de Ponferrada.

No se repetirán, entre otras cosas, porque la avenida de los Escritores se comió los raíles. Pero imagínense la sensación de subir a Villablino, ya sea desde la Térmica Cultural o desde Cubillos, mientras la locomotora escupe vapor, suena el silbido del tren, huele a carbonilla... Y no hay ninguna prisa por llegar.

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