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A LA ÚLTIMA
LUIS DEL VAL

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S uena el móvil y una voz, perfectamente desconocida, te pregunta si tú eres quién eres, y recita tu nombre y dos apellidos. Cuando comprueba que no te han robado el teléfono y no está hablando el mayordomo que nunca has tenido, el desconocido te da su nombre y te informa que habla en nombre de una empresa, donde los ejecutivos no piensan en otra cosa que hacerte feliz. Y para que seas feliz tienes que comprar algo, contratar un servicio o abrir una cuenta corriente en algún banco.

Antes, perdía el tiempo, y les preguntaba si me podía proporcionar el teléfono móvil y personal de sus jefes para estar en igualdad de condiciones, y así yo podría llamar a esos jefes cuando me diera la gana, fuera en fin de semana o a la hora del almuerzo.

Hay loros más racionales que los contratados por la empresa que quiere hacerte feliz, y no se dan por aludidos, y siguen con su mensaje publicitario como si tú fueras un prisionero que sólo está invitado a escuchar. Esa forma de publicidad está prohibida por las leyes, desde el 29 de junio de 2022, a no ser que, previamente, el destinatario dé su consentimiento, y atañe a todas las empresas que tengan su domicilio fiscal en el territorio del Estado español. Pues bien, muchas empresas importantes —desde servicios de suministro de energía a bancos conocidos— hacen caso omiso de la Ley General de Teleconunicaciones 11/2022 de 28 de junio, y con esa herramienta ilegal hunden el prestigio de la empresa.

Otrosí, a veces ni siquiera es un humano contratado para este trabajo ilegal, sino un robot que se activa al descolgar, y ya se sabe que razonar con un robot es una tarea de estúpidos, de tal manera que tu única defensa es colgar y marcar como spam ese teléfono.

No entiendo que entidades de prestigio recurran a un procedimiento ilegal para su expansión comercial, y nadie lo advierta. Así que, a partir de la fecha, voy a hacer un listado de las empresas que me llaman a mi número privado, y del que sólo tienen noticia mis amigos... y las empresas con las que he contratado algún servicio —que han comerciado con mis datos— y publicaré la relación, si me lo permite el director de este periódico. Me arriesgo a una demanda, pero que me demanden empresas que actúan fuera de la Ley será un honor para mi amigo abogado, al que le veo con ganas de pelea.