Diario de León

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La intermodalidad se coló en la vida diaria por el sumidero de los conceptos vacíos en el que hicieron fortuna la resiliencia, la empatía y la transición justa: piezas todas del mecano con el que construye los discursos el trilero político. Pero no habíamos advertido que, en realidad, la palabra enraíza en León gracias al experimento con el que los tres últimos gobiernos pervirtieron Feve. No hay otro proyecto en el que se desvele mejor el mecanismo del trampantojo que en uno de esos viajes en los que la compañía estatal embarca primero a los vecinos de la montaña leonesa en un autobús en el centro de la ciudad, luego les sube a un tren, en el mejor de los casos, y les deja en la estación de Matallana, donde algunos días de avería o falta de maquinista les recoge un taxi para llevarles hasta el destino final en Boñar. Si en la puerta de la terminal los paisanos montan en la bicicleta, cuando suben hasta casa les convalida como un triatlón.

La yincana de los viajes de Willy Fog patrocinados por Feve en los últimos 13 años, entre falta de personal y maquinaria caducada que no se sabe hasta dónde tirará cada día, ni la hora en la que aventurar una llegada fiable a destino, se suspende desde este lunes para disgusto de los aventureros. Las obras en la línea hacen que el tren de la vía estrecha se fíe al tránsito de los taxis y autobuses, con Alsa, antaño competencia, convertida en una ventanilla paralela por la que se despachan millones de euros de beneficio desde que en 2011 se cortó la circulación en los descampados de La Asunción, en la puerta de la ciudad. No ha vuelto a rebasar este punto de no retorno en el que, primero el PP y luego el PSOE, han atollado el futuro de la infraestructura con la excusa de la falta de un reglamento que se empezó a redactar en latín y parece que no saben traducir. Desde entonces, sin revisores incluso que piquen el billete, ni control alguno en la mayoría de andenes de la ribera del Torío adelante hasta desembarcar en Bilbao, la desidia premeditada de los gestores ha bajado del tren a tres de cada cuatro viajeros de la montaña leonesa que antes encomendaban la consulta en el hospital, la llegada al instituto, la visita a los nietos o una mañana de vinos a la vía estrecha del Hullero. No hay otra historia de abandono deliberado como la de Feve en León. Intermodalidad, lo llaman ahora los que no ven más allá del morro del AVE.

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