Diario de León

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RAFAEL TORRES

Milei vino a eso

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Si Milei vino como particular a España, se le declara «persona non grata» con su accesoria correspondiente de prohibición de entrada al país en el futuro, y asunto concluido. El problema es que ese tipo no vino como particular porque no es un particular, sino el presidente de una nación con la que la nuestra mantiene relaciones diplomáticas plenas, de suerte que su intolerable conducta en nuestro suelo no sólo conculca las normas más básicas de la diplomacia, sino que arrastra por el lodo al país que representa, sumiéndolo en la vergüenza y en el descrédito.

Llegar a un país extranjero y ciscarse públicamente en sus instituciones, denigrar su sistema político e insultar al presidente de su gobierno y a su esposa, tiene delito, pero es que Milei llegó para hacer exactamente eso y en el escenario preparado a tal efecto por sus amigos de Vox, esos chicos tan patrióticos.

Y llegó como la gran estrella de la Internacional de la ultraderecha que se propone destruir las democracias que, edificadas y mantenidas con tanta lucha y tanto esfuerzo, sobreviven a duras penas en el planeta, en Europa principalmente.

Pedir a Abascal, o a Feijóo, que se comportaran en el caso que nos ocupa como se comportó hidalgamente Rodríguez Zapatero cuando en un foro internacional defendió el nombre de un adversario político, Aznar, de los insultos de un mandatario extranjero, hubiera sido pedir peras al olmo, pues parecen anteponer sus intereses sectarios y su aborrecimiento del gobierno a la defensa de los intereses de España, el principal de los cuales es, en el orden internacional, que se la respete, esto es, a los españoles.

Lamentablemente, el uno por haber organizado el Zugarramurdi para que Milei hiciera de Milei en estado puro, y el otro por no saber dónde está ni por dónde anda, no están por la labor, ni se les espera.

Por lo demás, y atendiendo a la personalidad de Milei, que pretende enmascarar su fracaso montando pollos por ahí, la ruptura de relaciones diplomáticas, si no hay retractación, parece inevitable, toda vez que el máximo representante de una de las partes las rompió ya.

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