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Me gusta toda la fruta, y una de mis grandes pasiones y alegrías ha sido plantar árboles frutales, podarlos, recoger sus maravillas y disfrutarlas. No existe fruta que no me guste, creo que las he probado casi todas, y de ellas he sido y soy un fiel admirador muy seducido.

Las frutas climatéricas (vea el lector sus características, no se lo voy a decir yo todo), como la pera, siguen madurando después de cosechadas o recolectadas o cogidas del árbol, producen etileno al madurar, y más estando depositadas juntas, por eso su conservación al natural, sin cámara de frío, dura poco tiempo, no más de quince días, excepto la que en El Bierzo llamamos ‘Imperial’ (tal vez sea Duquesa de Angulema), muy dura y pesada, con ejemplares que pueden llegar al medio kilo en el terreno gordo, fuerte, de mucha sedimentación, llamado «patal», más húmedo que el que está en cuesta. Estas peras se recogen al finalizar la vendimia, van madurando poco a poco pasando del verde al amarillo, y cuya duración, en el desván de casa, alcanzaba hasta finales de enero.

La pera ercolina, bonita, sabrosona, jugosa y delicada, se pone más hermosa, seductora y rica entre el quince de julio y el quince de agosto, época en la que no para de decir ¡cómeme, que estoy muy buena! Los tres árboles que tengo a orillas del Burbia, como les da mucho el sol y beben excelente agua, se ponen más lujuriosos que los del Paraíso: son la «repera».

La pera «blanquilla», o de agua, Agua de Aranjuez, madura un poco más tarde que la ercolina, y comerla como Dios manda, es decir, a diente, a morro, a «bocaos», en la huerta o en casa, es un chorro de gloria, un derrame de sabores que inundan la cara, las manos y la ropa; yo aconsejo comerlas así, al natural, al estilo rural, del pueblo, nada de peladitas en el plato, con cuchillito y tenedor.

La pera es fruta tan exquisita que hay que disfrutarla dulcemente, con mimo, con todo el cariño que se merece, hasta el final, hasta el «carozo», pues a ellas les produce tanto placer que hasta se despepitan. Les pasa casi lo mismo a las limoneras, que tampoco están mal, pero a mi gusto resultan menos cariñosas y complacientes.

De las ricas peritas de San Juan puedo decir que las recuerdo como las más pequeñitas y tempraneras, anunciadoras del verano, una bendición de Dios cuando trabajábamos la viña de Valdepiñeiro cerca de Valtuille de Arriba.

Todas estas delicias frutales proceden de la tierra, y del agua. Sin agua sana no hay buena fruta ni buena vida. El agua en España es tan barata que nos va a salir muy cara. El agua mejor utilizada es la que riega las huertas, los campos de cultivo y, claro está, la que nos quita la sed. Creo que es muy necesario no malgastarla, y hacer más embalses y centrales hidroeléctricas. Las plantas desalinizadoras deberían estar prohibidas, son un disparate, una aberración muy contaminante, cara, y ofensiva. El norte debe recoger agua y enviarla al sur, cobrarla a buen precio, de igual manera que el sur nos cobra el sol, el calor y la playa. Así debe ser la solidaridad, y el progreso.

A orillas del Burbia tengo dos docenas de árboles frutales que me inspiran, me hacen sentir útil y me evitan depresiones. Con ellos paso gran parte de mi tiempo, haciendo ejercicio, sudando, pensando, hablando. Con frecuencia me rindo y descanso a los pies del peralín de conferencia, rey del Bierzo y padre feliz de hermosa y dulce princesita, tan inocente, natural, sana e inteligente que siendo tan «habladora» sólo se entiende con la tierra, la lluvia, el sol y el viento, sin permitir que se le acerque, la acose, o la fumigue ninguno de esos galanes charlatanes, venenosos, químicos.

Ahora que ya no puedo subir a los árboles, me consuelo bajo su hospitalaria sombra, disfruto con Noches de Andalucía (Spanish Guitar) y repaso la hemeroteca, la sagrada «biblia» de papel con letras de molde que intenta recuperarme la memoria. Veo que hay palabras que ahora han tomado carta de naturaleza y se utilizan mucho, por ejemplo «mariachi» (fulano y su mariachi), que saqué a relucir en el artículo Genialidades , el 1-10-2011, y también «borreguería» y «cultureta» en fecha 22-9-2009. Habrá muchos «humildes» que digan que ellos han sido los primeros, ruego no se peleen. Parece que todavía no me han «plagiado» lo de «intelectual de secano» y «catedrático de burrología». Sí lo han intentado con mi «Burbialidad», y no los tiré de cabeza al Burbia para que no lo contaminaran más de lo que ya está a partir del campo de fútbol de La Ruquela. Hay demasiados envidiosos que gustan apropiarse de la creatividad ajena, «pollos pera» que jamás maduran ni se ponen «coloraos».

Porfirio Díaz dijo: «Perro con hueso en la boca, ni muerde ni ladra».

Hay demasiados perros, y no me gustan.

Con toda Burbialidad.

Las plantas desalinizadoras deberían estar prohibidas, son un disparate, una aberración muy contaminante, cara, y ofensiva. El norte debe recoger agua y enviarla al sur