Ganar batallas imposibles
Sigo ayudando a desmontar una gran biblioteca, que en su día será donada a los leoneses. En lo alto de la escalera, abro al azar Historia de la Virgen , de Pedro de Rivadeneira (1527-1611), y encuentro una cita que fotografío con mi móvil: «¿Qué (decir) de Ramiro II, rey de León, que invocado el favor de María Santísima contra un ejército de doscientos mil moros, le envió la reina del cielo dos soldados, que según unos eran ángeles, según otros Santiago y San Emiliano, con cuyo socorro alcanzó una milagrosa victoria matando ochenta mil moros y cautivando a su rey». Ganar por milagro. Qué entrañable resulta aquella manera de historiar que combinaba verdad, imaginación y fe. Lo cierto es que, desde que el mundo es mundo, los combatientes han rezado, y a veces sus plegarias son escuchadas. Sobrevivir es milagroso, antaño y ahora, ¿no? También regresar a Ítaca, tras haber estado perdido. Ganar batallas imposibles, dentro o fuera de ti. Abrí otro libro, esta vez del humorista Fernández Flórez, Una isla en el mar rojo , que comienza con una cita de Léon Bloy: «El sufrir pasa, el haber sufrido no pasa jamás». Confiando en mi memoria, no la fotografíe. Por la noche, desvelado en la cama, traté de recordarla. «¿Decía…la felicidad pasa, el no haber sido feliz no pasa jamás?». «¿O era… el dolor pasa, la felicidad no pasa nunca?». Me salían varias combinaciones, pues las tiene. Y nada. A la mañana siguiente, rebusqué en las cajas hasta que di con el libro. En efecto, era «El sufrir pasa…». Y volví a la escalera.
Inmerso en esta ardua pero grata tarea, no pude asistir al pregón de la Feria del Libro de León, que impartieron José María Merino y su hija Ana. Qué idea tan bella esta, también con mucho de realismo mágico, ¿no? Si me aseguran que les vieron llegar y partir en una alfombra voladora lo creería sin reservas. Dos imaginaciones poderosas pueden eso y más.
Volveré a subirme a la escalera. Dicen que muere el libro en papel. Supongo que también todos desapareceremos un día, ¿no? Pero mientras los finales llegan… consuela que la frase en un viejo texto aún pueda recordarte que no hay batalla —grande o pequeña— que debas dar por perdida… que el vivir pasa, pero el haber vivido no pasa jamás.