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Nubes y claros
María J. Muñiz
León

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El sainete que Ayuntamiento y Junta mantienen desde hace demasiado tiempo sobre quién ha de hacerse cargo de según qué desperfectos en los colegios leoneses supera todas las líneas rojas de lo tolerable. La indolencia que muestran ambas administraciones respecto a la patética situación de edificios que es evidente que se encuentran en lamentable estado sería criticable en cualquier caso, pero no tiene un pase cuando bajo las cubiertas que llueven goteras, los baños sin la limpieza adecuada, las grietas, las ventanas que dejan colar vendavales o las calefacciones que no calientan tienen que esforzarse cada día en aprender los niños y niñas de la ciudad. No existe pulso político que justifique que sean los pequeños quienes paguen el despropósito de un rifi rafe que ninguna de las instituciones tiene voluntad de resolver, visto lo visto.

Ayuntamiento y Junta esgrimen sus razones y repiten machaconamente argumentos que, incluso, tienen ya escritos a modo de solicitud administrativa para contestar cuando se les pregunta por el conflicto de competencias. Hasta ahí llega un apalancamiento de posiciones que, si algo evidencia, es que ninguna de las dos piensa dar su brazo a torcer y a ambas les importan un pito las penalidades o riesgos que sufran los niños leoneses.

Si la ley es tan clara, llévese a sus últimas consecuencias. Si no lo es, porque otra cosa francamente no se entiende, deberían ambos castilletes sentarse a dialogar. Si no son capaces, quizá sería recomendable una comisión mediadora o de arbitraje. Como en todo caso los egos y las zancadillas (que no los presupuestos, que hay aquí casas con superávit) impedirían un consenso, quizá sea de una puñetera vez el momento de acudir a instancias más altas y resolutivas, quizá judiciales, para acabar con el despropósito.

Los colegios públicos leoneses son viejos y tienen muchos achaques. Si ni siquiera se reparan, cómo pensar en nuevas infraestructuras, más adecuadas, cómodas, saludables y sostenibles. Que sería lo propio para acunar la formación de las menguantes generaciones futuras de esta tierra. En cualquier caso, la cochambre que exhiben es intolerable. Si quienes están encargados de solucionarlo sólo ven en el problema un arma política y una excusa para la inacción, hay instancias que deberían actuar de oficio. Sin más demora. Es bochornoso.