Diario de León

Hojas de chopo Alfonso García

Trilogía lingüística

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Recientemente acompañé a una persona que había de ser sometida a una operación. Quede subrayada, con rotundidad, la profesionalidad, dedicación y cariño de nuestros profesionales sanitarios: un verdadero lujo. El asunto en esta ocasión quiere, sin embargo, transitar otro camino.

Desayuno en la cafetería hospitalaria. Voy deslizando la bandeja. “Café con leche largo de café”, respondo al requerimiento. “Y un sneecken ”, señalo con el dedo. “O sea —apunta el camarero—, una caracola de toda la vida”. “Eso, pero como el letrerito pone…”. Se encogió de hombros, como aceptando una realidad impuesta. La cafetería del hospital público tiene otros cartelitos, y no tanto por el tamaño, publicitando en inglés, en esa tendencia, generalmente esnobista de soltar algunas palabras en tal idioma, algunas otras propuestas culinarias. El caso es que tenemos términos en nuestra propia lengua para el nombramiento de los mismos conceptos, ideas u objetos. Debería vigilarse al menos en el ámbito de lo público tal uso, sin duda empobrecedor. No ha de olvidarse, a mi juicio, que el uso de la lengua también debilita o fortalece a un país. Nos invaden anglicismos innecesarios.

El descrédito político y la indiferencia y desconfianza hacia sus causantes tiene muchos frentes. También el lingüístico, con un empobrecimiento alarmante, como se puede observar, en casi todas las direcciones, durante las vergonzosas, pobres, lamentables e inútiles sesiones de control, que no son tales por ninguna parte, sino un profundo alarde de cinismo. Nada de extraño tiene que los amantes de estadísticas y curiosidades afirmen que en los últimos tiempos sean tres las palabras más repetidas: fango, bulo y democracia. Fíjense en las dos primeras, violentas en su origen, intención y contexto. Un gran deterioro en el debate político. Como consecuencia, se debilita la tercera. ¿Acaso la violencia es la democracia? Crecen los lobos que están al acecho, tal como parece al contemplar el paisaje. Pensar en voz alta es asumir riesgos, porque la vida discurre en dos niveles diferentes. El de arriba, dedicado al golpe, la irracionalidad y la cacería. Y el de abajo, espectador impasible de tanta estupidez que no da soluciones. ¿ Quousque tándem piensan seguir abusando de nuestra paciencia e impotencia? Déjense, por favor, de jueguecitos, que el asunto es más serio que ese espectáculo vergonzoso a que nos quieren acostumbrar. El asunto ha de ir en otra dirección. En ambos casos.

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