Diario de León

CUERPO A TIERRA
Antonio Manilla

Esos locos vecinos

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Como tan bien dijo Ramón de Campoamor que hasta se convirtió en refrán, todo depende del cristal con que se mira. Sin deseo ninguno de meterme en líos de género, me permito recordar el título de un libro con bastante éxito de John Gray: «Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus». Con planetas de por medio y todo, aun así somos capaces de entendernos aceptablemente, aunque cada uno con nuestras cosas, que son tendencia pero no exclusiva porque en el fondo nos parecemos. Cervezas y plantas, por ejemplo. El amor por las plantas que, a poco que se descuide, puede acabar convirtiendo cualquier salón en una sucursal de la Amazonía empezando por las cuatro esquinas, quizá se comprende un poco como un sentimiento puro hacia la orfandad en su vertiente floral, pero desde luego la afición a los derivados fermentados del centeno no puede catalogarse sino como un contradictorio y caníbal cariño hacia los vegetales. Conste que ninguno de los dos afectos me parece raro, habiendo como hay gente que cultiva arañas venenosas y pitones estranguladoras como mascotas domésticas.

Y es aquí a donde quería llegar uno, como casi siempre: a lo rara que se está volviendo la gente o a lo comprensivo que se ha convertido el mundo. Vale que, en aras de la higiene pública, los dueños de perros vayan recogiendo con una bolsa las deposiciones de sus animales, incluso que, por amor a la aventura, a uno le dé por viajes exóticos, como ese ciclista que pretendió llegar a Catar en bicicleta atravesando dictaduras que han fusilado hasta cabras acusadas de espionaje, pero imagine que mañana a usted le entra como vecino unos de esos coleccionistas de bestias salvajes de compañía no potencialmente peligrosas sino letales. Especies sin correa ni bozal que valga, armas naturales, separadas de la ventana de su casa por un terrario y la media mampara de la terraza. Cocodrilos, serpientes, tarántulas. A usted, en principio, seguramente no le preocupe mucho, al encontrárselos sobre el parqué, la preservación de la biodiversidad ni que sean especies invasoras. Más que otra cosa, temerá por su vida y pondrá pies en polvorosa. Natural. Como natural me parece que en nuestro país, desde inicios del pasado año, se haya por fin regulado la importación y tenencia de este tipo de mascotas recreativas, que a partir de ahora deberán tener un microchip obligatorio. Qué menos que identificar a esos locos vecinos.

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