Fango y cerros de Úbeda
Culebrón habemus. La vicepresidenta, Yolanda Díaz, siempre podrá decir que no mandó «a la mierda» a nadie. Si Díaz Ayuso se quedó en el «me gusta la fruta», como piadosa alternativa a una referencia hostil a la madre de Sánchez, también la líder de Sumar puede acogerse al «me gusta la hierba» como alternativa verbal a lo que salió de su boca.
En todo caso, para Moncloa es preferible ver al personal enredado en el desliz de Yolanda Díaz y no instalado en el reproche a un presidente que nunca responde a lo que preguntan. Ocurrió en la sesión de control. Núñez Feijóo volvió a la carga del «Usted lo sabía y lo tapó» (Begoña Gómez investigada por presuntos delitos de tráfico de influencias y corrupción en los negocios), pero su pregunta se perdió en el fango que Sánchez removió sin responder. Desalentador. Volvemos a estar ante una flagrante falta de respeto al adversario y una burla a una de las tres funciones constitucionales del Parlamento: el control al Gobierno. Hacer leyes y aprobar los presupuestos generales del Estado son las otras dos.
Lo de este presidente del Gobierno es seguir refiriéndose al PP y Vox como si fueran una misma cosa, aunque todo el mundo ha descubierto que Vox ya cursa como indisimulable compañero de viaje de Sánchez para desactivar las aspiraciones de Feijóo a la Moncloa.
Los viajes de Sánchez a los cerros de Úbeda, al menos en esta ocasión, no le han servido de mucho, porque en la calle no se hablaba de otra cosa: su esposa está siendo judicialmente investigada (más que «denunciada», menos que «encausada») por supuestos delictivos relacionados con el aprovechamiento personal de su condición de consorte del presidente del Gobierno. Y Begoña Gómez fue debidamente informada de ello por el juzgado que, con el apoyo expreso de la Audiencia Nacional, entiende en el caso el día 22 de abril. O sea, dos días antes de reunirse con una almohada compartida (no con sus ministros, no con la oposición, no con el Rey, con el Parlamento) para reflexionar sobre el precio de su continuidad en el poder.
En la cabeza de Sánchez, una de dos. Una, se puede permitir pagar ese precio. O dos, ningún juez osará sentar en el banquillo a su esposa. Me inclino por lo segundo. No digo que eso sea imposible. Digo, e insisto, que el presidente está convencido de que ningún juez se atreverá a hacerlo.