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Hay que reconocer que el deseo de la vicepresidenta segunda del Gobierno, Excelentísima Señora, doña Yolanda Díaz, al desear mierda para todos, denota una implícita justicia social y un elogioso interclasismo, inherente a las doctrinas comunistas más tradicionales. No obstante, todo reparto implica el planteamiento de posibles problemas, el primero de los cuales es plantearnos, con seriedad, sí habrá suficiente mierda para todos los españoles.

Hay que reconocer que los esfuerzos gubernamentales, observando fango por todas partes -sobre todo en la oposición, en el periodismo y en los jueces- significa una preocupación para que, de la materia prima a repartir, haya almacenamiento suficiente. Es loable, y no siempre se ha actuado con tal prevención. Por ejemplo, nunca creímos que iban a faltar mascarillas y ya ven el lío que se organizó. En esta ocasión, en cambio, se nota la preocupación gubernamental para que nos quedemos cortos de materia a la hora de repartir.

Una vez asegurado el reparto y, tras la aprobación de la Amnistía, hay que asegurarse de que la desigualdad evidente entre vascos y catalanes no se rompa, porque si ya es un lío que unos españoles paguen menos impuestos que otros, y que reciban más inversiones estatales, que esa desigualdad no se rompa y concluya en una anarquía si, en esta ocasión, a la hora del reparto, vascos y catalanes fueran a disminuir su cuota superior de reparto. Si no son iguales ante la Ley, si no son iguales ante la fiscalidad y las inversiones estatales, o sea, si esas autonomías reciben más que las otras, ojo con un descuido en el reparto, no vayan a recibir menos cuota de mierda.

La etimología de la palabra que designa la materia que va a repartir la Excelentísima Señora Doña Yolanda Díaz tiene un recorrido curioso: procede del latín «merda», pero no es un término genuinamente latino, sino que seguramente procede de la palabra protoeslava «smord», que significa tufo. O sea que, si por el humo se sabe dónde está el fuego, por el olor sabremos dónde se encuentra el producto que nos van a repartir.

Desde luego, la aprobación de la Amnistía, y la patada a la Constitución por comprar la voluntad de siete disputados, va a exhalar un hedor tan profundo que llegará hasta la Unión Europea.