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Hay muchas formas de sentir dolor. Tantas como millones de personas viven en la tierra. «El dolor es una experiencia común». Así lo define José Luis Larrea, el presidente de la Federación Europea del Dolor en una entrevista concedida a este periódico durante su visita a León para participar en el XX Congreso de la Sociedad Española del Dolor celebrado en el Palacio de Congresos. A veces duele hasta respirar. Nadie se ha librado nunca de sufrir algún tipo de dolor, o varios, a lo largo de su vida. Duele hasta comer, según lo que decidamos meter en la cesta de la compra. Duele hasta el desvelo. Si no duermes bien serás presa fácil para padecer algún tormento físico. Duele hasta la familia, que comparte molestias y maneras de expresarlas. Todo lo que nos pasa en la vida, absolutamente todo, duele. Duele la espalda si el jefe aprieta. Duele la cabeza si se piensa demasiado. Duele hasta la sangre circulando por las venas si las penas te ahogan. Todos los dolores proceden de una causa traumática, sea física o psicológica. En realidad, todo duele.

La pregunta

¿Hay alguien que no haya sentido hasta dolor en las venas cuando las penas ahogan? Todo duele, hasta la felicidad, que se revuelve como una intrusa

Duele comprobar que los jueces crean que es un ‘atenuante’ una agresiones sexual a una niña de 12 años por el hecho de ser gitana, haciendo una clara diferenciación de la aplicación de la ley según la procedencia social. En esta sentencia tan polémica, el primer mensaje de la Audiencia Provincial de León es que la justicia no es igual para todas. Y lo que más pone el dedo en la yaga del dolor es que haya sido la propia Fiscalía la que solicitara el atenuante y que todas las partes estuvieran de acuerdo.

Duele escuchar en el Congreso insultos a políticos elegidos democráticamente. Cada exabrupto es una pedrada directa a la persona que acude en cada convocatoria electoral a colocar su papeleta en las urnas. Ese insulto, aunque no vaya dirigido directamente al votante, duele como un latigazo en la espalda, y con mucha vergüenza ajena.

A veces duele hasta la felicidad, que se revuelve como una intrusa. «La felicidad, tan intensa que le duele, anega sus palabras», escribió José Luis Sampedro en La sonrisa etrusca.

Duele el cuerpo cuando sana. Ese dolor muscular que llega como un regalo con la actividad física productiva, cuando un músculo, hasta ese momento casi inmovilizado, se reactiva. Es como esa sensación que Larrea identifica como «conocida» y reconocida por el cerebro como algo cercano, amigable y controlable. Quizás, cuando nada importe, el dolor desaparezca. ¿Pero cómo podrá ser eso? ¿Acaso no importan las guerras, los asesinatos, las violaciones, las torturas, el hambre, las muertes en el mar, las injusticias o la desesperación y la soledad a la que se ha enfrentado una joven de 18 años que no ha encontrado apoyo ni otra salida para su embarazo que ocultar, hasta la muerte, a su recién nacida?

«El dolor es más fuerte entre los más fuertes» (Antonio Gala)