Diario de León

Panorama Felipe Benítez Reyes

Nadal. a contracorriente

Creado:

Actualizado:

E l pasado lunes, en el torneo de Roland Garros, Rafael Nadal perdió un partido de primera ronda, lo que puede entenderse como una anomalía para alguien que cuenta en su historial con una de las mayores anomalías de la historia del deporte: haber ganado ese torneo en 14 ediciones. Pero la anomalía no fue tal, al menos en la medida en que no puede considerarse anómalo lo previsible: tras un periodo de lesiones que le ha impedido competir con regularidad durante los dos últimos años, el sorteo quiso que se enfrentase de entrada, sin rodaje, a Zverev, tal vez el jugador más inexpugnable en estos momentos. El alemán desplegó un juego portentoso, pero su victoria no fue, como muchos nos temíamos, un paseo triunfal: a partir del segundo set, reapareció el Nadal que ni siquiera en las situaciones más adversas deja de ser él mismo. «Va a perder, pero sigue habiendo Nadal», nos dijimos muchos.

La cuestión de fondo no es otra que una incertidumbre que se parece demasiado a una certeza: la retirada más o menos inminente de un deportista que se enfrenta a un enemigo invencible: el tiempo. Nadal mantiene toda la sabiduría tenística dentro de la mente, pero da la impresión de que su mente no está ya del todo conectada a su cuerpo. En esa zona irracional del pensamiento en que se refugian las quimeras, nos distraemos en imaginar que, a sus 38 años, y a pesar de sus fragilidades físicas, Nadal volverá a doblegar a sus adversarios y a levantar trofeos. La razón, sin embargo, nos susurra otra cosa, sobre todo si se tiene en cuenta que, hoy en día, el jugador número 100 del ranking dispone de un nivel suficiente para dar un sobresalto al número 1.

No obstante, ¿qué importa, a estas alturas, que Nadal gane o pierda, si lo de veras admirable es que juegue? Quienes hemos disfrutado de una época prodigiosa del tenis gracias al triunvirato Federer-Nadal-Djokovic padecemos una especie de nostalgia anticipada: nada volverá a ser lo mismo cuando el español y el serbio se retiren, como ya lo ha hecho el suizo. Lo que no quiere decir que falten ahora tenistas jóvenes que aseguren la excelencia, claro está, sino que algunos estaremos condenados a disfrutar del tenis del futuro desde la añoranza del tenis del pasado.

Cuando Nadal se retire, será un momento dramático para muchos aficionados e incluso es posible que para él mismo, pero creo que sería una trampa emocional atribuir dramatismo a la culminación lógica de un proceso glorioso, que no dejará de ser glorioso por mucho que sus episodios finales no lo sean. Mientras Nadal pise una pista de tenis, no estará pisándola un jugador, sino una leyenda en activo. Y las leyendas no ganan ni pierden: sencillamente, son.

tracking