El gran boniatazo
No hay arma blanca pequeña, si se empuña con puntería. Nunca pude imaginar que un boniato pudiese tener tanto peligro. Tiemblo ahora de pensar en lo que ha de dolor un melonazo. Pero vayamos por partes. Por devoción y no por obligación, fui a ver el entremés teatral que organiza el Ayuntamiento de León con personas mayores, y en el que actuó mi mujer. «No soy mayor, soy mayorina», me precisa ella. Todos somos prehistóricos comparados con alguien. Antes de partir hacia el salón de actos me espetó: «¿Te ha extrañado que no te dejara verme ensayar, ni leer el libreto?». En lo conyugal soy alma de cántaro: «¿Por qué iba a extrañarme que solo haya un actor y todo lo demás seáis mujeres…? Además, interpretas a una niña…». Y partió veloz al salón de actos, pies en polvorosa. Una vez sentado en la primera fila, empezó a escamarme el título: «La niña que riega las albahacas». Me dije: «Algo verde el título». Pero hasta ahí. Ni siquiera me alteré cuando a mitad de la obra sonó la tonadilla Je t’aime», pues la confundí con aquella que silbaban en El puente sobre el río Kwait. Hasta que llegó una escena propia del cine de samuráis: a golpe de boniato la niña de las albahacas -o sea, Marta- lleva a cabo su venganza, contra un príncipe besucón. No contaré más, ni por dónde, porque uno tiene lectores ya canosos y las taquicardias las carga el diablo. Solo diré que no hay escena en Tarantino comparable a estaa del boniatazo republicano. Uffff. Al parecer, era una versión libre de un cuento Mari Castaña, adaptado por García Lorca. Más el añadido de la venganza cazurra. Al final, todos aplaudimos muchísimo. Y me lo traje de trofeo -al boniato, no al príncipe-. Cayó para cenar, a la plancha. Con un poco de pimienta. Eso con un óscar no puedes hacerlo.
La verdad es que mientras ella ensayaba a puerta cerrada, en la cocina, pegué la oreja a la puerta y cuando decía boniato creí escuchar Bonifacio. A partir de cierta edad, casi mejor ser ya algo duro de oído.
Felicitaciones a toda la compañía, a su directora y a la Concejalía de Mayorines. Es esta una actividad de sano ocio comestible y de saludable alegría familiar. La próxima obra que sea un Shakespeare: Boniato y Julieta. Lo mismo hasta me apunto.