Diario de León

CUERPO A TIERRA
Antonio Manilla

Chiripitifláutico

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Que no se come solo con la boca, igual no lo ha dicho nadie que no sea abuela, pero lo sabe todo el mundo. El problema surge cuando a uno le cae en desgracia ineludible acudir al restaurante de uno de esos cocineros que piensan que no se come sobre todo con la boca: que la mirada suple al paladar y el emplatado, a los nutrientes mínimos que todo cuerpo necesita, si no para funcionar con solvencia física, para llegar al menos hasta la siguiente ingesta con todas sus constantes vitales encendidas. Si lo que se ilumina es el piloto de alarma de nuestra gasolina interior, después de haber pasado por uno de esos establecimientos con estrella, no hace falta acudir a urgencias pero sí buscarse una ración de patatas Blas, unas asadurillas de El Brezo, una paella del Chamberí o, en su defecto, una hamburguesa de uno de esos colmados de comida rápida americanos, en los que el queso sabe a plástico pero la carne de ternera la replican aceptablemente.

De todos modos, según me informan, son cada vez menos los restaurantes chiripitifláuticos de los que se sale casi con el mismo apetito que se entra, porque hasta los exquisitos hacen caja todos los días y las cuentas comenzaban a no cuadrar y se tenía la certeza de que no era por el vino de la casa, que no lo había. Los menús siguen siendo escasos, pero ahora son largos, hechos de muchos bocaditos de distintas cosas que al final terminan por aplacar los aullidos del vientre con una variopinta y amena macedonia. Han entrado en razón, a su manera, pero al fin han comprendido que las espumas y la nanofabada son como el microcuento: un género para consumirlo libres de retortijones literarios y apreturas estomacales. Si no, lo más probable era que una de esas cucharas de cerámica minimalistas medio llenas terminase volando hacia la cabeza del inocente camarero de riesgo, que no tenía el pobre culpa ninguna de trabajar en un templo más dedicado a la miniatura que a la restauración.

En política, lo chiripitifláutico también ha tenido su recorrido. Desde leyes animalísticas que impiden adoptar cachorros, pasando por las de violencia de género que excarcelaron a violadores con penas en curso, hasta leyes de amnistía de aplicación regional y casi con nombre y apellidos. En lo local, ahí siguen la sobrepeatonalización de los centros de las ciudades y las barriadas aparcamiento.

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