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Veo con extrañeza y me resulta raro aunque legitimo que el debate sobre la situación de Begoña Gómez se centre en el aspecto jurídico del caso. Es importante, muy importante, la posibilidad de que la mujer del presidente llegue a sentarse en el banquillo, cosa que, personalmente, no deseo en modo alguno y, en cualquier caso, es inocente mientras no se demuestre lo contrario.

Y me extraña y me resulta raro el escaso o nula atención que en muchos sectores vinculados a la izquierda, se pase por alto un comportamiento que si bien puede no ser delictivo, es en opinión de muchos, incluidos algunos socialistas, carente de toda estética, de un mínimo de prudencia. Me pregunto si para esa izquierda que calla es correcto que, nada menos, que la mujer del Presidente hable directamente con empresas públicas y cotizadas. A juzgar por el silencio les debe parecer bien, algo normal, como si semejantes directivos cogieran el teléfono a cualquiera y además hagan desembolso económico. Va a resultar que vivir en La Moncloa es lo mismo que vivir en cualquier calle de Madrid.

No es necesario hacer la lista de los contactos de Begoña Gómez. Es larga y conocida y no será ilegal pero cogiendo palabras de Sánchez pronunciadas en 2016, la política es ejemplaridad y debe de ir por delante de la ley, dijo el presidente. No parece muy ejemplar que prevaliéndose de su situación, sin duda privilegiada, consiga fondos que no están al alcance de la inmensa mayoría de ciudadanos y me atrevo a decir que de casi ningún político.

Lo que estamos viendo es más que lamentable y ya raya lo patético esos gritos de Begoña, Begoña como si se fuera a presentar a las elecciones, como si, efectivamente, fuera víctima de una conspiración de la fachosfera cuando en realidad es víctima de su imprudencia aunque, y eso espero, penalmente no exista reproche alguno. Los socialistas y la izquierda, con su silencio, quedan invalidados para crítica alguna si mañana resultara que la mujer o el marido de un cargo relevante hicieran lo mismo. Me temo que pese a ello, saldrían en tromba a denunciar semejante comportamiento y yo lo apoyaría.

Se le pide a Feijoo día si y día también que se pronuncie sobre los discursos y actitudes, ciertamente lamentables, de Vox y creo que debería hacerlo. Este silencio que se le critica a Feijóo queda pequeño, muy pequeño, ante el silencio atronador ante un comportamiento basado en el privilegio. Lo nunca visto