Diario de León

LA LIEBRE Álvaro Caballero

La, la, la

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Nos desencantamos de Europa con la última caída de Massiel. Antes incluso de que el trile de los cupos de la PAC nos escondiera la bolita, ahora en el cubilete de la leche, más tarde en el maíz, luego en la remolacha, le perdimos la fe a la UE cuando nos convencieron de que todo lo que nos pasaba tenía como culpa a unos tíos vestidos de negro que se sentaban en unos despachos acristalados de un rascacielos de Bruselas. Las vides nos las arrancaban ellos, la luz nos la subían ellos, las minas nos las cerraban ellos. No había nada que no se le pudiera achacar, aunque el dinero entrara a espuertas desde las arcas comunitarias para que luego se asfaltara la calle este año y, dentro de dos, se alicatara hasta el techo la plaza del pueblo porque había que gastar todos los fondos Miner hasta que se acabará la fiesta, como Juanele en sus mejores noches. Pon otra ronda que paga míster Juncker, mientras en casa se adobaba el discurso con lo difícil que lo ponían todas las exigencias comunitarias, aunque los responsables censaran domicilio en León, en Valladolid y en Madrid.

El cuento nos lo viene a contar ahora de nuevo con la excusa de las elecciones estas que han montado para mandar gente a Bruselas. Resulta que Europa vuelve a ser importante como nos han contado estas semanas con esa jerga idiotizante que no se corresponde con la realidad, como hemos visto con el presidente de la Junta. Alfonso Fernández Mañueco vino a reinterpretar el mundo para reprochar al PSOE el cierre de las minas, cuando su partido, el PP, fue cómplice necesario de un proceso de muerte por inanición en el que se aplicaron sólo los paliativos de las prejubilaciones. No quiere acordarse de aquellos fondos Objetivo 1 que la UE daba para las zonas despobladas, pero que acabaron invertidos en su mayoría en Valladolid y Burgos; ni de que utilizaban los Miner como sustitutos de sus inversiones ordinarias, pese a que tenían carácter adicional. Al otro lado, los socialistas sacan pecho por una transición justa inexistente, mientras atizan el miedo frente al auge de la extrema derecha de Vox que han instigado con sus políticas de ingeniería social y su abandono de los pueblos en favor de los criterios urbanitas. Europa, que debería salvarnos, parece que nos condena otra vez, aunque se trata de los nuestros. Rayominí, deux puntos. Reino Unido, dos puntos. Moitas gracias Portugal.

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