Perdiendo el futuro
En un país tan atrasado como el nuestro, que ha perdido todas las revoluciones, resulta muy gratificante que hayamos tomado la delantera mundial en el desarrollo de la industria del humo y de la esdrújula.
Ni siquiera los economistas han encontrado todavía un nombre para definir una actividad tan novedosa y estimulante. Podríamos llamarle el cuarto sector.
En los demás sectores las cosas tienen el aburrimiento de la solidez. Se producen manzanas, chuletas, cacerolas, electrodomésticos o automóviles. Incluso en el sector servicios existen funcionarios corpóreos que acaban rellenando expedientes o camareros tangibles que sirven ‘gintonics’ reales que a veces llevan cardamomo.
Sin embargo, en el cuarto sector todo es etéreo y vaporoso, sugerente, esquivo. En este capítulo, el Máster de Transformación Social Corporativa que Begoña Gómez dirigía en la Universidad Complutense rayaba a una altura vertiginosa; era una nueva cumbre del espíritu.
Por fin alguien se había dado cuenta de que en el futuro todo va a ser socialmente transformador, corporativamente social e incluso, por qué no, transformadoramente corporativo.
El primer objetivo del Máster, según el programa académico, era «entender que la sostenibilidad con impacto debe ir indiscutiblemente unido (sic) a la estrategia de negocio para generar una ventaja competetitiva».
¡Normal que Google le hiciera el software gratis! Esa gente de Silicon Valley huele el negocio y en esa imponente sucesión de polisílabos se esconde el petróleo del futuro.
Yo me iba a inscribir este año, pero acabo de leer que la Complutense ha decidido retirarlo de su oferta académica por un quítame allá esas pajas. Qué poca vista parece que tienen nuestros mandatarios universitarios que no han sabido ver el futuro que se nos viene encima.