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EL MIRADOR
CARMEN TOMÁS

Productividad, la olvidada

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La productividad por hora trabajada es en España un 25% inferior a la media de la zona euro. Un hecho muy negativo que no parece importarle al Gobierno que mes tras mes se felicita de los datos del mercado de trabajo. Sin embargo, es un dato relevante y que debería ocupar una parte importante del trabajo de la responsable, una vicepresidenta a la que preocupa más poner palos en la rueda de las empresas, aumentar la burocracia y los impuestos y cotizaciones. Y no sólo, ya que en este contexto pretende negociar la reducción de la jornada sin que se produzca ninguna merma en el salario.

El hecho es que las horas trabajadas, a pesar de los más de 21 millones de cotizantes, no han conseguido igualar a las de 2008. Así como el dato espectacular de que cada trabajador firma una media de 30 contratos y que se hayan detectado más de 700.000 personas que han tenido que optar por el pluriempleo para poder tener un salario medio digno.

La productividad es la sangre de la economía. Todos deberíamos estar muy preocupados por su falta. Y por supuesto pensar en cómo aumentarla. Sólo así, la economía se podrá decir que crece de forma saludable y firme. Mientras los empleos a tiempo parcial sumen un porcentaje muy elevado con relación al empleo existente o sean contratos fijos discontinuos inactivos, España seguirá siendo el país de la Unión Europea y de la OCDE con mayor tasa de paro y con una menor tasa de productividad. Nos están llamando la atención desde los organismos competentes tanto nacionales e internacionales. No parece que haya nadie al otro lado, alguien que esté capacitado para tomar medidas. Pero, claro, si el problema no se ve, difícilmente se pueden adoptar soluciones.

La economía española se está centrando en el turismo y está muy bien, ya que crea mucho empleo y suma mucho dinero. Si también se va a demonizar, como pretenden algunos, en qué va a quedar la productividad, el valor y el empleo. No hay modelo económico alternativo y no se ve en el horizonte con un gobierno débil, dependiente de unos pocos, que precisamente no están preocupados por estos asuntos.