¿Dónde queda Europa?
C ampaña aburrida. Hastío mayoritario. Estas son las conclusiones más notables de algunas entrevistas a pie de calle sobre las elecciones europeas. Y es que, en realidad, como no hay forasteros, se repite siempre la misma canción, llámese cantinela. ¿Que dónde queda Europa? «Por esa carretera p’arriba», contestan sin contestar, o jugando al despiste -no se sabe si al ajeno o al propio- quienes llegan en avión al centro neurálgico de operaciones comunitarias. Que de eso se trata, en muy buena parte al menos. Porque ideas, lo que se dice ideas, o propuestas, lo que se dice propuestas, la escasez ha llenado todas las cestas: «¡Aire, que me lleva el aire!».
Los encargados del incienso parecen estar desconcertados. Piensan en la intimidad —qué traicionera es a veces la intimidad— que los jefes de las riendas son muy aburridos y previsibles y tienen actitudes que parecen conducir a caminos peligrosos, con las letanías laicas de siempre: ostias, mamporrazos, acusaciones, ocurrencias, improperios… Vieja palabrería en clave de sol. Pero aburren y desgastan con esa soez grosería que dibuja el perfil de una clase política decadente, cruelmente hostil, que ni ilusiona ni ofrece confianza. Es el ejemplo del odio y de la mala educación. Qué se puede esperar… Hartos de repetírselo, las soberbias inútiles multiplicarán sus tretas con la pérdida de dignidades y credibilidad. Y qué más da. La ciudadanía queda sometida a los vaivenes irracionales, muy pendulares, con una polarización que roza los límites de lo insoportable. Ya ni la advertencia de Groucho Marx, el del epitafio «Perdonen que no me levante», tiene validez: «Damas y caballeros: Estos son mis principios y si no te gustan, tengo otros». Esos otros parece que ya no existen. Saben solo la misma murga cansina, donde nada diferencia situaciones ni contextos, donde muy poco queda claro, lo que nos hace más débiles y manejables, en una Europa llena de desafíos que exigen la relectura del proyecto común. Para ello sobran despropósitos y frivolidades, como las vividas en campaña, si tal puede llamarse. A uno, sin embargo, sobrepuesto por el optimismo, le queda la esperanza de que pronto lleguen elecciones para las Alcaldías de los Territorios de las Mariposas. Será muy emotivo ver cómo emprenden el vuelo y llenan el aire de colores atractivos. Ojalá que la Utopía no se quede en una simple necesidad de la condición humana. Con permiso, naturalmente.