Diario de León

EL MIRADOR
Lorenzo Silva

La banalidad de la memoria

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Hay acontecimientos de los que nadie sale indemne. Un ejemplo prototípico es el hecho criminal: el daño no alcanza sólo a la víctima, sino también a quienes la rodean e incluso a quien comete el crimen. Aunque no tenga que responder por él con una privación de libertad más o menos prolongada, y por tanto lesiva de la calidad de su existencia, lo que hizo lo envilece de un modo que cualquier persona con una inteligencia medianamente constituida no puede dejar de comprender y de lamentar.

Hay sin embargo un subtipo de hecho criminal, el crimen terrorista, cuyos autores tienden a envolver con paliativos que podrían dar la impresión de atenuar ese envilecimiento. Para empezar, la cobertura ideológica o religiosa, que despoja a las víctimas de su humanidad ordinaria para banalizar el mal. Y más adelante, cuando el hecho se aleja en el tiempo, opera en muchos de ellos una banalización suplementaria, a través de una suerte de difuminación de la memoria, que llega a reducir a la nada —o eso pretenden hacernos creer— la incomodidad que provoca el hecho de saberse irrevocablemente un asesino.

Sobre este particular fenómeno de autoengaño, que se da a escala individual pero también corre el riesgo de convertirse en patología colectiva, ha escrito Clara Usón una novela que entre nosotros no puede ser más pertinente. Se titula ‘Las fieras’ y en ella se somete a examen el ejercicio de amnesia reconfortante de una terrorista de ETA —la conocida Idoia López Riaño, alias la Tigresa—, junto a la que se explora, a través de un personaje de ficción, la hija de un miembro del GAL, el borrado análogo del recuerdo de la propia responsabilidad por parte de quien desde el Estado alentó, consintió o ejecutó acciones de guerra sucia contra el terrorismo. Uno de los muchos aciertos de la autora consiste en colocar en la misma estantería la desfachatez de la terrorista que de una veintena de asesinatos sólo admite ser la autora de dos —los que le parecen más presentables— y la de quienes pretenden que se banalice el hecho de quebrantar la ley con los medios que la ciudadanía otorga para su defensa.

En esta época en la que no sólo la memoria, sino también la literatura padece de banalización, la mirada penetrante de Usón resulta necesaria. Entre otras cosas, para contribuir a que los asesinos, o quienes les prestaron apoyo por acción u omisión, no olviden lo que en el fondo de su corazón, por más historias que se quieran contar, ya saben: que son ciudadanos averiados y, por más que se empeñen, ya nunca podrán ser como el resto.

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