Para temblar
Cada día, doble novedad: una abre puerta a la esperanza, la otra cierra ventanas a la luz. El burgalés Carlos Briones Llorente (un sabio, puede decirse) nos ha dejado un titular que maravilla... y aterra: « Meter tu memoria en un chip y ese chip en otro ser es la inmortalidad ». Briones no especula, tiene base, es un reconocido bioquímico molecular presente en varias esferas científicas (desde el Csic a la Nasa), es también ameno divulgador... y es poeta premiado. Su carrera parece resumir al científico humanista que tanto se echa menos en un mundo más tecnológico que filosófico.
¿Se hará realidad algún día ese chip con los archivos del cerebro y su posibilidad de implantarlo en otro cuerpo reiniciándose y ampliándose cada vez más?... A la velocidad que va la ciencia, ¿quién lo duda? ¿Y puede decirse que toda esa información, esa memoria, ese disco duro en el que van conocimientos, vivencias, ideologías y sentimientos, es el alma humana, que de esta forma podría eludir la muerte y seguir campando con nuevos bríos y nueva juventud en un otra gente?... ¿y cómo se elegiría a ese otro ser donde alojarse?, ¿se usurparía su cuerpo o se dejaría de buen grado el elegido o interesado?, pues cabe pensar que no pocos se prestarían si lo que va en el chip es la memoria de un poderoso, un lumbreras o un rico vividor. ¿Significa esto que la reencarnación dejaría de ser un mito hinduísta y veríamos a Trump o a Putin o a Netanyahu repetirse sine die en otros o en sus propios clones (algo también posible), si es que antes no propician la desaparición de la especie humana o dejan el planeta hecho un caos desértico?... porque no cabe duda de que serán los poderosos los más interesados en disfrutar de este descubrimiento y conquista científica, acaparándolo incluso con unos cuantos privilegiados y vetando su acceso a los demás. ¿Y qué ocurriría si ese chip no se implanta en una persona, sino en un gorila o un pollino?, ¿podrían llegar a ser ministros o presidentes de empresa, algo que en algunas ocasiones ya sucede?... Sea lo que fuere, aquí sólo cabe temblar.