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Xenofobia: Odio, repugnancia u hostilidad hacia los extranjeros. Es la definición de la Real Academia Española de la Lengua para una palabra muy fea. Por la forma y por el fondo. Un prejuicio arraigado en el individuo y en la sociedad, añade la enciclopedia libre.

Racismo: Creencia que sostiene la superioridad de un grupo étnico sobre los demás, lo que conduce a la discriminación o persecución social. De nuevo es la definición de la Real Academia Española (RAE) para otra palabra muy fea. Sonora. Casi onomatopéyica. Y la Wikipedia viene a decir lo mismo, aunque añade que el racismo promueve mecanismos, sistemas y culturas de discriminación, persecución y/o exclusión de quienes lo sufren.

Ultraderecha: Derecha política de ideología extremista. Lo dice la RAE. Y es una definición escueta. No pisa ningún charco. Pero la enciclopedia libre se moja más y dice que la política de la ultraderecha incluye el neofascismo, el neonazismo, la derecha alternativa, el supremacismo blanco y otras ideologías u organizaciones que presentan aspectos xenófobos, racistas, homófobos, machistas, teocráticos o reaccionarios. Una política de extrema derecha, recuerda la Wikipedia, puede conducir a la opresión, la violencia política, la limpieza étnica o el genocidio contra grupos de personas en función de su supuesta inferioridad o su percepción de amenaza para el grupo étnico nativo, la nación, el estado, la religión o cultura dominante.

Y ahora que tenemos claro lo que significan las tres palabras, hay que alertar de nuevo sobre el peligro que se cierne sobre nosotros. Cuando la xenofobia y el racismo de esos mensajes apocalípticos de la ultraderecha que criminalizan al forastero pobre y de otra raza —no pasó lo mismo con los ucranianos— calan en nuestra sociedad se producen situaciones como las que hemos vivido en torno a la llegada de refugiados de Somalia, ese estado fallido en el cuerno de África, al Centro de Acogimiento Temporal que gestiona una orden religiosa en el Chalé de Pozo.

No es un problema de seguridad. Es un problema de racismo y de xenofobia que revela hasta qué punto se ha extendido el mensaje de la ultraderecha. No, el problema no son los somalíes. El problema son los que nos dicen que hay que tenerles miedo.