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Parece que fue ayer cuando estábamos comiendo turrón, y junio está dando ya sus últimos coletazos. ¿Ustedes lo entienden? A partir de cierta edad, pongamos que en la cincuentena, el tiempo brinca como un canguro que hubiese pisado una chincheta. Ya en la sesentena, exclamo cada jueves ante el teclado: «¡Asombroso, otra vez mañana es viernes!». Y así, con toda la semana. Antes, entre junio y el siguiente junio pasaba más tiempo. Pues ya está aquí la frikiestación. Y lo que es peor: pronto volverá ese amigo o cuñado con su cantinela del turismo de aventura: «Estoy organizando un viaje para bucear entre tiburones, ¿os apuntáis? Son solo cuatro días». Uno menos entre tiburones, respondes sarcástico. Y no capta tu negativa, ni aunque salgas corriendo; te llama a hora intempestiva y amplia los detalles: «Viviremos con caníbales, pero no os preocupéis… son vegetarianos». Ya, como los tiburones. E insiste por WhatApp: «Ah, solo comeremos arañas. Y dormiremos en colchas hechas con excrementos de guachiguachi». Encima hay que pagar. Nada, nada. Además, el calor me aplana. Tengo mi propio sentido del descanso. ¿Jugar a las cartas? Solo las de restaurante. ¿Bucear? No, que me acuerdo de Moby Dick. ¿Paseos por playa o piscina? Qué agobio caminar metiendo barriga. ¿Ir de verbena? Si quiere animar una fiesta invite mejor a Buster Keaton; antes me sacarán un millón de dólares que un baile. Uff.

Mi concepto del veraneo rechaza las taquicardias, no quiero saber qué siente Indiana Jones cuando lo persiguen. Prefiero leer a la sombra, sin que los mosquitos me tomen por Pearl Harbur, ni los pulpos me quiten el libro de las manos. El calor solo es bueno para escribir guiones de cine porno, y no trabajo el género. Sí, soy un sosoveraneante. Pero si me pones delante un helado de chocolate no le haré ascos.

Un intenso sosodescanso: lecturas pendientes, pulir un texto, comer unos callos con los amigos. Mi mujer, en cambio, dinámica y optimista por naturaleza, cree que los tiburones son animales de compañía y ya está preguntando a nuestro amigo si las arañas se las podrían cambiar por una tortilla a la plancha. Pero aquí llegan nuestras alegres fiestas de San Juan y San Pedro. Sean siempre bienvenidas.